Una historia de amor. No llevaba la mitad del libro leída y lo comenté con un amigo que suele asistir a la misma tertulia literaria que yo. Para la próxima estábamos preparando “El soldado desafinado” y él, que ya lo había terminado, me dijo: “una historia de amor”, como resumiendo lo que había leído. Me sorprendió porque, hasta el momento, yo estaba leyendo una tremenda historia de guerra, de la Primera Guerra Mundial.

Es verdad que ya habían salido varios personajes interesantes y se conocía algo de la relación de los dos protagonistas, pero entre tanto desastre de guerra no es fácil adivinar qué está pasando.

Pero, efectivamente, se descubre pronto una tierna y emocionante historia de amor. Dos jóvenes que se conocen por motivos curiosos, de diversos lugares, Alemania, Francia, y se enamoran. Pero las circunstancias bélicas les distancian, como a tantas otras personas, sobre todo cuando eran de países distintos.

Los relatos, como ocurre siempre que están por medio los conflictos, son terribles. Es muy difícil hacerse cargo de las barbaridades que ocurren y cómo quedan las personas, mutiladas, perdiendo la cabeza, y tantos miles y miles de muertos. Y en ese ambiente doloroso, en las trincheras empieza a conocerse, entre distintos soldados de las dos partes, la aparición, en los momentos más variopintos, de la “Hija de la Luna”.

Corre la fama entre diversas trincheras, entre diversos soldados, de los dos bandos, porque la presencia repentina de aquella joven deja perplejos a todos ellos. Ella, joven, hermosa, sucia y mal vestida, porque andar de trinchera en trinchera no da para otra cosa, solo tiene un plan en su vida: encontrar a su amor, con quien no ha podido tener demasiado trato pero de quien está perdidamente enamorada.

El relator es un soldado que quedó manco en las primeras batallas y se dedicó después a investigar sobre personas desaparecidas. Una señora le paga bien para que busque a su hijo, que no es otro que el novio de la “Hija de la Luna”.

Una historia de guerra, una historia de amor. Y no se resiste el lector, seguramente más de un lector, a comparar las relaciones tan superficiales que tantas veces se dan en nuestra sociedad hedonista, donde con demasiada frecuencia más que amor encontramos egoísmos. Se pretende disfrutar de una persona sin un compromiso bien determinado de permanencia.

Con frecuencia las relaciones se rompen a la mínima de cambio. Y uno se pregunta si ese joven que ha dejado a su pareja estaba con ella por amor o por placer. Creo que en esta historia de la “Hija de la Luna” encontramos, con emoción, lo que suponemos que debe ser el auténtico amor. Merece la pena leer el libro.

Ángel Cabrero Ugarte

Gilles Marchand “El soldado desafinado”,  Seix Barral 2024