El libro recorre las
diversas facetas del mundo de la ilustración en Europa a través de un rápido
recorrido por los distintos países y autores, que el Prof. Sánchez Blanco ha
estudiado y publicado ya en diversas ocasiones.


La obra transcurre casi por lugares comunes y pacíficos
hasta dar un giro en el capítulo IV titulado "La ilustración y las Iglesias
cristianas". En ese capítulo ataca con gran vehemencia las diversas opiniones
que se han ido vertiendo por parte de historiadores de la Iglesia acerca de la
relación entre Iglesia Católica y el pensamiento ilustrado.


Fuera de anacronismos sin sentido vertidos en esas
páginas, se podrían destacar algunas interesantes apreciaciones. En primer
lugar, para el autor es un contrrasentido hablar de "Ilustración
católica", puesto que Ilustración significa para él esencialmente crítica e
incertidumbre, mientras que católico significa esencialmente tener conciencia
de poseer e intentar vivir verdades absolutas. Finalmente opta, como es lo
habitual en la historiografía actual, en estudiar someramente algunos de las figuras
de ilustrados que compaginan sus investigaciones científicas, filosóficas o sus
planteamientos culturales con las verdades de fe que aman y viven (pp. 153-154).
Como ha recordado constantemente Benedicto XVI desde el comienzo la Iglesia ha propicido el diálogo entre fe y razón, como muestra la
historia de la
teología. En ese sentido al autor adolece de falta
conocimiento de la teología de Trento que la atribuye a los jesuitas, cuando tendría
que profundizar en el significado y alcance de la Escuela de Salamanca
(p.191).


En segundo lugar, es interesante que el autor valore
positivamente el trabajo del prof. Vicente Rodríguez
Casado que como es sabido consagró gran parte de su investigación a redefinir
la historia de la
Ilustración en España (pp. 155-157). Con las lógicas críticas
del Prof. Sánchez Blanco, queda claro que el intento de Rodríguez Casado es
positivo y puede constituir una lina de avance.
También me parece que Antonio Mestre no es suficientemente valorado en sus
investigaciones (p.156-157).


En tercer lugar, el autor desmonta la disyuntiva entre
jansenismo y conservadurismo en España. Efectivamente es muy distinto lo que se
entendía por jansenismo en Francia de lo que se entendía en España por autor
jansenista. Las obras de Van spen, libro de texto de
los Seminarios españoles así lo muestran. En esta dirección Sánchez Blanco hace
una buena aportación al respecto (pp. 157 y ss).


Finalmente respecto a la Tolerancia de Bayle y de
los autores deistas, no se debe olvidar que la
desconfianza que crearon hacía el Dios que dibujaban les acabó llevando al
ateismo (pp. 177 y ss).


Este libro muestra que siempre es difícil adentrarse en
la mentalidad de la época ilustrada y terminar de entender algo tan distinto de
lo actual y, a la vez, tan diferente en España que en Francia y más entre
diversos ambientes dentro de ambos países. Como se ha afirmado muchas veces,
sigue siendo necesario reescribir la historia del pensamiento español en los
siglos XVIII y XIX.


 


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


 


Francisco SÁNCHEZ-BLANCO,
La ilustración
y la unidad cultural europea
, ed. Marcial Pons, Madrid 2013, 238 pp.