Cuando terminó su tiempo de noviciado en el carmelo, santa Edith Stein dedicó un tiempo, por encargo de sus superioras, a redactar un magnífico tratado de metafísica; un gran diálogo entre la metafísica del ser y la esencia de santo Tomás de Aquino y de Husserl mediante el sistema de exponer serenamente las grandes cuestiones de la metafísica según Santo Tomás y comparando y completando con la visión de la fenomenología de su maestro.
La ventaja de haberlo escrito en el convento estriba en poder hacerlo mientras llevaba una vida reglada de intensa oración y penitencia, de contemplación y de entrega a sus hermanas. No olvidemos que en el carmelo se reza y se ama. Por tanto, en un clima de increíble serenidad como para abordar una cuestión tan delicada como importante. Hacía falta tiempo y paz por delante, ausencia de alumnos, de problemas académicos y de clases que preparar y apremios para otros artículos y conferencias.
El resultado, como comprobará el lector es verdaderamente magnífico. Ciertamente, la visión de la fenomenología hizo que santa Edith Stein se empleara a fondo y afilara su mente especulativa para poder diseccionar, estudiar y dialogar cobre cuestiones de un gran calado.
Por otra parte, la dificultad estribaba en la falta de libros. De todas formas, también puede convertirse en una ventaja para nosotros que podemos seguir su honrado razonamiento y, por supuesto, los límites del mismo. Otros continuarán donde ella lo dejó y aportarán mucho más sobre lo dicho.
Indudablemente, la fenomenología impulsaba a Edith Stein a fundamentar todas las cosas que trata (15). Enseguida nos dirá que “para santo Tomás el punto de partida es la fe revelada mientras que para Husserl sería la conciencia (20).
Nuestra autora procura llevar las cosas al plano de la razón como hace también santo Tomás en un magnífico equilibrio de fe y razón, sobre todo cuando habla de metafísica, Así nos dirá: “Lo decisivo es la intención que te guía” (53).
Enseguida “al desplegar el ser y la esencia delante de nuestros ojos” (172) de una manera tan elegante y sugerente capta nuestra atención: “Lo real posee su esencia y se despliega en sucesos temporales” (179). Poco después, nos regalará lo siguiente: “Al movimiento le precede el motor y el motor es algo real” (229). Es más: “lo real es anterior a lo posible” (229).
El meollo de la cuestión está cuando se adentra en Dios desde la mirada metafísica y contemplativa: “La esencia divina es motor del universo y está relacionada con el ser de todas las cosas” (237). En cualquier caso: “la esencia de las cosas materiales no se reduce a su ser espacial” (247). Finalmente: “La esencia comprende la materia y la forma” (254).
José Carlos Martín de la Hoz
Edith Stein, Ser finito, ser eterno, Encuentro, Madrid 2023, 502 pp.