La Misa de san Josemaría

La reciente publicación de la primera semblanza extensa de Mons. Javier Echevarría, obispo y Prelado del Opus Dei, fallecido con fama de santidad el 12 de diciembre de 2016 y publicada por el periodista y escritor sevillano Álvaro Sánchez de León (ed. Rialp, Madrid 2018), me ha traído a la memoria la Santa Misa que celebraba a diario san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Precisamente, en la introducción de una de los libros más importantes publicados por Mons. Echevarría, titulado Vivir la Santa Misa, se refería al ejemplo y al impacto que supuso para él ver celebrar la Santa Misa a diario, en Roma, al Fundador del Opus Dei. Es fácil colegir que de la santidad de vida de san Josemaría aprendió Monseñor Echevarría y terminaría por ser sucesor suyo al frente del Opus Dei, después del también inolvidable, beato Álvaro del Portillo.

Durante muchos años, según narraba don Javier, vio prepararse a san Josemaría para acercarse al Santo Sacrificio con piedad, humildad y devoción renovadas. Muchas veces le he oído contar en primera persona como casi al final de la vida del Fundador del Opus Dei, un día le inquirió con especial fortaleza: “Ayúdame hijo mío a ser piadoso”.

Es fácil imaginarse el dolor de amor que  se producía en el alma de san Josemaría en aquellos años sesenta y setenta del siglo XX, la situación doctrinal por la que atravesaba la Iglesia después del Concilio Vaticano II, en aquellos años del llamado “posconcilio”, cuando lo que debía ser la joya de la corona del Concilio Vaticano II, la Constitución Sacrosantum Concilium, sobre la liturgia, se había convertido en un primer momento, en un  verdadero tsunami que arrasó el mundo católico de norte a sur.

En efecto, el primer documento aprobado por el Concilio, fue sobre la liturgia y recogía todas las esperanzas e ilusiones del movimiento litúrgico que había recorrido todas los centros  universitarios y de piedad durante todo el comienzo de siglo, hasta desembocar como un rio de paz en el aula conciliar, donde se aprobó un texto providencial, llamado a devolver la sincera piedad y el crecimiento en amor de los cristianos a la liturgia.

Pero, pronto gruesos nubarrones se cernieron sobre la Iglesia y comenzó un ataque masivo al sólido fundamento de la liturgia eucarística: la estrecha unidad entre la Misa y el sacrificio de la cruz y, con ello la realidad del sacrificio de Cristo.

Es interesante comprobar que en el comienzo de la Sacrosantum Concilium, ya estaba escrito que Cristo “está presente en el sacrificio de la misa tanto en la persona del ministro -ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que a sí mismo se ofreció entonces en la cruz (Conc.Trento- como, sobre todo, bajo las especies eucarísticas” (Concilio Vaticano II, Cons. Sacrosantum Concilium n.7).

Inmediatamente, hemos de recordar también que en la Lumen Gentium se afirmaba: “Cuantas veces el sacrificio de la Cruz, en el que se inmola nuestra Pascua que es Cristo (1 Cor 5,7), se celebra en el altar, se realiza la obra de nuestra redención” (Concilio Vaticano .II, Cons.  Lumen Gentium, n.3).

Por tanto, el Concilio Vaticano II, recordaba y establecía que el Sacrificio eucarístico es la perpetuación del sacrificio de la cruz, memorial de la muerte y de la resurrección de Cristo.

En consecuencia,  el sacrificio de la Misa es idéntico al sacrificio de la cruz y lo perpetúa.

Por tanto la primera misa fue la muerte de Cristo en la cruz: “el sacrificio de la misa y el sacrificio de la cruz, ni son ni pueden ser más que un solo y único sacrificio. La misa es la renovación del sacrificio de la cruz.

El día del santo del beato Álvaro del Portillo, el 19 de febrero de 1971, estuvo un rato de conversación con quienes estaban en Roma con él, para que le felicitaran y enseguida el corazón de san Josemaría se fue a la Misa que iba a celebrar poco tiempo después de ese encuentro: “Amo con toda mi alma el Santo Sacrificio de la Misa y cuando celebro, quiero renovar -consagrando- el Sacrificio de Cristo en el altar”.

José Carlos Martín de la Hoz

Javier Echevarría, Vivir la Santa Misa, ed. Rialp, Madrid 2010, 200 pp.