La tesis de habilitación del joven profesor Joseph Ratzinger como ayudante de Teología de la Facultad de Teología de la Universidad de Bonn, versaba acerca de la Teología de la Historia según San Buenaventura y en ella refiere el pasaje donde el santo franciscano hablaba de la Palabra de Dios con el ejemplo del árbol y de la semilla. En efecto, nos dirá, los cristianos actuales creemos lo mismo que los primeros; amamos la misma Tradición, leemos la misma Escritura, celebramos la misma liturgia, pero, indudablemente sabemos más que ellos, puesto que hay un trasvase natural de los frutos de la oración, del conocimiento y del amor de generación en generación.
La lectura meditada de los breves textos redactados por el cardenal portugués José Tolentino Mendonça (Machico, Madeira, 1965), Archivero del Archivo Apostólico Vaticano y Bibliotecario de la Biblioteca Apostólica, recuerda las palabras del joven Ratzinger, pues Mendonça pone a nuestra disposición muchas luces provenientes de su propia oración personal con la Escritura, de la que es un maestro consumado, de la Tradición en la que fue recibida y de tantos autores variados del panorama cultural actual y pasado. Verdaderamente, sabremos más de Jesucristo y le conoceremos mejor después de esta lectura mística (20-21).
El tema central de las consideraciones recogidas en este trabajo podría resumirse en el subtítulo de la obra: “El tiempo y la promesa”, puesto que el cardenal portugués desea reflejar por escrito vivencias e impactos espirituales que acontecieron en el tiempo y conducen a llevar a la práctica en la vida cotidiana, la promesa de espiritualidad que encierran (25). Verdaderamente, se trata de la vida junto a la Vida en un clima de familiaridad y confianza con Jesucristo, luz de los hombres y luz de los tiempos y culturas (52).
Asimismo, el autor ha recogido en este trabajo consideraciones y vivencias sugerentes acerca de los cinco sentidos que nunca han estorbado al hombre en su meditación, pues el conocimiento comienza por los sentidos. Lo que hace falta, nos dice la ascética cristiana, por ejemplo la de san Pedro de Alcántara, es el recogimiento interior (149) para así poder saborear y apreciar la belleza de la creación y del verdadero orden y fin que Dios ha puesto en ella, al sacarla de la nada para la gloria de Dios y el disfrute de sus hijos los hombres. Como afirmará el Salmo: “gustad y ved, por tanto, qué bueno es el Señor” (Ps 34, 8).
En definitiva, la purificación de los sentidos, no tiene porqué tener un tono peyorativo, sino, al contrario, convertirse en algo verdaderamente enriquecedor, cuando se entra por caminos de mística, de amor de identificación, de donación incondicionada, de entrega a Jesucristo en correspondencia al amor primero (119) sellado por la cruz (228). Es lógico que acuda al famoso texto de san Agustín: “¿Qué busco Señor cuando te busco? ¿Me busco a mí o te busco a Ti?” (97). Así se entiende el derroche del frasco roto que derrama su contenido (160).
José Carlos Martín de la Hoz
José Tolentino Mendonça, La mística del instante. El tiempo y la promesa, ediciones verbo divino, Estella (Navarra) 2020, 270 pp.