En el Sermón
de la Montaña entendemos cómo debe ser el hombre: Dios se muestra en el
rostro de Jesús, el discípulo debe mirar al Maestro. Y en Jesús vemos una
relación constante con su Padre en la oración. De esa manera nosotros debemos
orar. Y a sus discípulos les enseña el Padre nuestro, que es la oración de
Cristo.
Viendo al Maestro entienden que la oración no es
una exhibición –como podía ser con los fariseos- que es algo muy personal, lo que
no quita que la relación con Dios sea también comunitaria, como entendemos en
la misma expresión Padre nuestro. Algo
personal e íntimo, de tú a tú con Dios, sin necesidad de muchas palabras.
Advierte el Papa que rezamos tanto mejor cuanto
mayor sea nuestra orientación habitual hacia Dios. Si le tenemos presente todo
el día, los ratos exclusivos para Él serán de mayor intensidad, pero a pesar de
todo, en muchos momentos necesitamos la oración de la Iglesia, la oración de la
Sagrada Escritura, los Salmos y otras oraciones vocales que son tradición e instrumentos
útiles para nuestra ejercitación.
Observando la oración de Jesús, escribe
Ratzinger que la oración no es intimismo, no es reflexión; es encuentro con el Espíritu
Santo, con Cristo, con el Padre. No siempre es fácil y por eso no es extraño que
los discípulos se lleguen a Jesús con humildad y le digan: "Enséñanos a orar". Y
de su petición sencilla surge la oración completa, breve, que nos ayuda siempre,
que es el Padre nuestro.
El Padre nuestro es diálogo del Padre con el
Hijo, es un reflejo perfecto de cómo era la oración de Jesús. Siete peticiones que
hacemos junto a Jesús, tres a la segunda persona del singular, cuatro a la
primera del plural. Tres reconociendo a Dios, cuatro expresando nuestra esperanza.
Ante todo nos postramos ante el Padre, con todo
lo que tiene de consolación. A través de las palabras de Jesús descubrimos el
amor de Dios, paternal, tierno. Y lo aprendemos en Cristo, que es la única
imagen de Dios que tenemos. En Cristo llegamos a ser buenos hijos de Dios.
Padre nuestro. Ese nuestro nos hace
hijos de la Iglesia. No soy yo aislado, soy parte de la comunidad de los
creyentes.
Como lo han hecho muchos escritores sagrados a
lo largo de la Historia de la Iglesia, el Papa explica cada una de las
peticiones, profundizando en el contenido de las palabras de Cristo. "Santificado
sea tu nombre". Petición que nos lleva a los mandamientos, concretamente al
segundo, y a valorar el nombre de Dios. "Venga a nosotros tu reino" en
referencia al lema principal de la predicación de Jesús: el Reino de los
cielos, el señorío de Dios, como ya explica el autor anteriormente.
"Hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo", porque donde se hace la voluntad de Dios es el cielo. Y cual es la voluntad
de Dios, sabemos que la conciencia nos lo dicta en todo momento. No es sólo el
Decálogo, no es algo impuesto desde fuera, es algo trascendente pero interior
a la conducta del hombre.
"Danos nuestro pan de cada día". Es bueno pedir,
pero aprendemos a pedir con confianza plena en el amor de Dios y pedimos el de
cada día, como los israelitas que recibían el maná en el desierto para cada día.
El cristiano entiende que Jesús se nos da en la Eucaristía como alimento
espiritual, porque comprende bien que no sólo de pan vive el hombre.
"Y perdónanos nuestras deudas…". Dios es un Dios
que perdona. Así lo muestra Jesús siempre,
y nos llena de amor y confianza.
Ángel Cabrero Ugarte
Centro Universitario Villanueva
Para leer
más:
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de
los libros, 2007
href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6341">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6341
Jean Guitton, Jesucristo. Meditaciones, Belacqua
2005
href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3991">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3991