La persecución religiosa en Barbastro

 

La persecución religiosa en España durante la segunda república y la guerra civil (1931-1939) se puede decir que fue significativamente alta en la diócesis de Barbastro, pues proporcionalmente, hubo una gran cantidad de martirios.

Precisamente, el hecho de haber martirizado al obispo, gran parte del clero, miembros de órdenes y congregaciones religiosas, hombres y mujeres, seminaristas, laicos hombres y mujeres de acción católica, convierten esta diócesis en una verdadera “diócesis mártir”.

Hay que considerar que la diócesis de Barbastro, en el Norte de Aragón, tenía solo 35.000 habitantes y no era muy rica ni en tierras fértiles, ni en industrias, ni tampoco en grandes fábricas.

La documentación que demuestra la afirmación anterior la proporciona en el libro que ahora presentamos del investigador Martín Ibarra Benlloch, quien se ha convertido en estos años en un verdadero especialista en la materia, como demuestra la amplia obra publicada.

Indudablemente, la presentación de esta exhaustiva documentación convierte a ediciones san Román en una editorial puntera en esta época y materia dentro del panorama historiográfico nacional.

La esmerada colección de fotografías que se editan en este volumen constituye de por sí un verdadero “book story”, pues con solo la publicación del telegrama del Ministerio aprobando el asalto al seminario menor y, a continuación, las secuencias de las fotografías de los asaltantes, milicianos  y fusilamientos y los rostros serenos de las víctimas, demuestran como la persecución fue perfectamente diseñada por las autoridades para hacer desaparecer la presencia de la religión católica de la vista y del corazón de los españoles.

Evidentemente, nada de extraordinario reflejaba la diócesis de Barbastro antes del comienzo de la persecución, pues la diócesis era muy parecida en cuanto a devoción popular, sana doctrina y , también, alejamiento de las masas obreras de la Iglesia, pocas masas, pues existían solo pequeñas industrias.

En realidad, se puede afirmar que los milicianos culpables de la masacre esencialmente vinieron del exterior y contaron con la autorización de las autoridades locales, y quizás al encontrar todo el estamento clerical en sus puestos, sin huidas por miedo o por aviso de purga anticlerical previa, pudieron realizar su salvaje tarea sin interrupciones ni levantamientos populares en contra.

Asimismo, las pocas defecciones y apostasías encorajinaron más aún los ánimos de aquellos odiadores de la fe que, azuzados por las mujeres, pudieron desarrollar aquella borrachera de odio con tanta presteza. Indudablemente pesaron la abundante propaganda contra la Iglesia tanto de los anarquistas como de los anticlericales.

José Carlos Martín de la Hoz

Martín Ibarra Benlloch, Barbastro. Una diócesis mártir (1931-1939), ediciones Sanb Román, Madrid 2022, 271 pp.