Pedro Miguel Lamet (Cádiz 1941), sigue siendo una de las mejores plumas en lengua castellana y la prueba está en este trabajo, mitad novela histórica y mitad investigación sobre Fray Luis de León (1527-1591).
Indudablemente, el proceso inquisitorial del célebre agustino, catedrático de la Universidad de Salamanca, es uno de los temas clásicos del siglo XVI. Quien fuera el poeta que cantara las loas de Domingo de Soto el día de su funeral, terminaría por pasar cinco años en una celda hasta demostrar su inocencia en un campo tan complicado en el siglo XVI y, sobre todo, después de la defensa numantina del Concilio de Trento de la vulgata necesitada de una profunda revisión.
Precisamente, la duración de este proceso inquisitorial nos recuerda la tensa situación doctrinal durante el Concilio de Trento debido al escaso nivel teológico en muchos países y universidades, solo rectificado gracias a los efectos benéficos de la Escuela de Salamanca que expandieron el nuevo método teológico y las ideas humanistas por todas las grandes universidades del mundo.
Fray Luis de León era un sabio enamorado de Jesucristo y un gran especialista en la Palabra de Dios y en los textos de la Vulgata, que hablaba con firmeza de lo que sabía pero que no midió el alcance de las denuncias que sus enemigos urdieron ante la Inquisición, seriamente afectada por los procesos luteranos de Sevilla y de Valladolid.
En cualquier caso, sus enemigos académicos y los inquisidores que les apoyaron pensaban enfrentarse con un agustino dedicado a la teología bíblica y no con un experto en leyes, pues era la herencia paterna que llevaba metida en la sangre. El error fue que mezclaron los argumentos de prudencia en el estudio de la Sagrada Escritura en tiempos de Lutero con los argumentos teológicos y jurídicos propios de un proceso inquisitorial. Nadie esperaba encontrar un hombre de leyes que supiera defenderse a sí mismo ante unos inquisidores y un sistema de abuso de autoridad, más jurídico que teológico. La victoria de fray Luis fue total y lo fue en el terreno propio de los inquisidores que era el derecho.
Al final, como siempre, terminó por vencer el bien jurídico, pero a costa de sucederse muchos años en donde terminaron por disiparse los miedos infundados, las calumnias de sus enemigos, el “sabor a herejía” y otras definiciones que no tenían nada de seguridad doctrinal y sí mucho de abuso de poder y de falta del principio de presunción de inocencia.
Finalmente, llegará la revisión sixto-clementina de la vulgata (316) que puso algo de remedio a la penosa situación que se había planteado en el concilio de Trento y que, siglos después todavía vería una nueva revisión en la neo vulgata después del Concilio Vaticano II.
José Carlos Martín de la Hoz
Pedro Miguel Lamet, La pluma encarcelada. Fray Luis de León, un poeta ante la Inquisición, Ediciones Mensajero, Bilbao 2024, 359 pp.