Las últimas palabras del sacerdote oratoriano Nicolas Malebranche (1638-1715) recuerdan las duras diatribas entre Jesucristo y los fariseos de su tiempo que habían trasformado la fe en Dios en una religión llena de preceptos que encadenaban la amistad y el amor y no dejaban al creyente volar en libertad. Verdaderamente esa religión corrompía la moral (313) como camino de la “vida en Cristo” tal y como la describe el Catecismo (n. 1691).
Deseamos comentar el magnífico el libro del profesor José Luis Fernández Rodríguez (1935-2023) editado póstumamente por los profesores de Filosofía de la Universidad de Navarra María Jesús Soto-Bruna y José Ángel García Cuadrado, sobre la base de artículos ya publicados sobre Nicolás de Malebranche, el teólogo y pensador francés que más duramente ha criticado a Descartes.
Nicolás Malebranche, nos recuerda sencillamente el profesor Fernández, se separa de Descartes desde el primer momento cuando establece que el primer principio universal no es el cartesiano de “pienso luego existo” sino “la nada no es invisible ni inteligible”, puesto que, nos dirá “no ver nada es no ver” y “no pensar en nada es no pensar” (121).
Inmediatamente, colegirá tres consecuencias inmediatas: la primera, la prueba de la existencia de Dios: “si se piensa en Dios o en el infinito, es necesario que exista, puesto que nada finito puede representar lo infinito”. Seguidamente añadirá la segundo: “Es tan evidente que existe un Dios como que existo yo. Deduzco que soy, porque me siento, y la nada no puede ser percibida”. Finalmente, establecerá que “modificación y representación no son dimensiones constitutivas de una misma idea, sino constitutivas de ideas distintas. Por eso, las sensaciones nos informan sobre la utilidad de los cuerpos y su existencia, mientras que las ideas nos informan sobre la esencia de los cuerpos” (122).
Es interesante que Malebranche critique a Descartes en el meollo de su pensamiento. En efecto “Para Descartes, la idea del alma no es más que la conciencia que el alma tiene de sí misma” (176). Enseguida, nos dirá que según Malebranche “no se debe filosofar acerca de la naturaleza del alma a partir del alma sola, como creía Descartes, sino del alma unida esencialmente a Dios” (177).
Es muy interesante que Malebranche sostenga que el milagro es una “excepción” que Dios hace (249). Y añade que la raíz de donde hace brotar Malebranche su teoría del ocasionalismo comienza por recordar que “Y ya se sabe que el amor y el temor que no hacen referencia a Dios son idolatría”. En seguida, añadirá: “el ocasionalismo afirma una verdad innegable que sólo amamos las cosas que nos producen cierto bien, añadiendo que solo Dios puede hacernos bien, por lo que no permite más que el amor de Dios y condena cualquier otro” (214).
José Carlos Martín de la Hoz
José Luis Fernández Rodríguez, La filosofía de Malebranche y otros escritos, Eunsa, Pamplona 2024, 392 pp.