No suelo leer novelas históricas. Únicamente las
más afamadas. Por eso al terminar esta de Julia Navarro he quedado un tanto decepcionado.
Tiene muy poco de histórica. Un relato inicial, basado seguramente en unos
pocos hechos reales y elevado a paradigma de una época. Por los comentarios de
los expertos, entiendo que es lo que se está haciendo con demasiada frecuencia.
El resto de la novela no tiene nada de histórico, salvo que se desarrolla en
unos momentos críticos, muy tratados ya con mejor fortuna.
Vende atacar a la Iglesia ¿por qué? Sacar a
relucir algunas facetas de la vida de los cristianos aislándolas del conjunto
es poco honrado. En esta ocasión la autora se sale del molde y escribe una historia
en tres épocas muy distintas. Salva así la santidad de la Iglesia a través de
los eclesiásticos buenos del siglo XX y XXI. Pero con esto no basta. Habrá quien
piense –desconocedores de la historia en nuestro ambiente son muchos- que toda
la Iglesia de la Edad Media era perversa. Eso es una falacia, y el escritor
historiador medianamente honrado no puede permitirlo. El problema es que quienes
escriben este tipo de novelas no son ni historiadores ni escritores. En este
caso es una periodista, que sin lugar a dudas no domina los modos literarios.
Pero al menos hemos de decir que se ha
documentado un poco. Ciertamente no demasiado. Pero suficiente como para entender
que si había unas tensiones criminales entre cristianos en gran medida se debía
a las presiones políticas del momento. Un rey, un noble, estaban detrás de
persecuciones y ataques. Esto se dice, aunque de pasada. El lector no avisado
ni se entera, y el tendencioso lo elimina de su mente.
Son tres épocas y tres historias que se enlazan.
Es interesante el salto en el tiempo pero no está bien solucionado, porque la
autora no tiene recursos y hubiera necesitado más de mil páginas, y no las
setecientas y pico, para fundamentar la multitud de personajes que aparecen y
los argumentos. De manera que pudiendo haber construido una historia breve en
el siglo XIII en torno a Fray Julián para apoyar las
siguientes, se alarga inútilmente con otros muchos actores que no aportan nada.
Queda así una primera parte de cien páginas que podría haber tenido cuarenta.
La segunda parte es el colmo de la dispersión inútil.
La cantidad de protagonistas apuntados, no definidos, que no aportan nada, es
sorprendente. Diálogos insustanciales muy largos, historias colaterales que se
podrían haber solucionado brevemente.
Todo para apoyar una historia policíaca, en la
tercera parte, que se hace trepidante y entretenida muy al final del libro. El mensaje:
la sangre de los inocentes se derrama fundamentalmente por los intereses de unas
personas que ganan mucho dinero originando guerras. Es lo mejor de la novela. Es
verosímil y lo presenta como tal. Que se podría haber ahorrado mucha sangre en
el desenlace final de no haber sido por intereses políticos de algunos, se
intuye pero no queda suficientemente claro.
Pero ante todo, y esto es lo novedoso, los
eclesiásticos de nuestros tiempos salen muy bien parados. Unos más que otros,
pero bien. Son rezadores, obedientes a sus superiores, como se espera de ellos,
son comprensivos con los malos, y al final son los que dan el toque de
humanidad y sosiego.
¿Que hay resquicios típicos de relativismo en
algún personaje? Únicamente en el profesor Arnaud,
pero es un hombre no creyente. De los protagonistas del siglo XIII no se podría
pensar tal cosa, ya que son profundamente religiosos. Sería un anacronismo. Y los
de la tercera parte, que es la que tiene enjundia, no entran a este tema ya que
no se plantea.
El mensaje final es correcto: la violencia la
llevan a cabo los locos y los vengativos, movidos por intereses económicos de
personas influyentes, muy bien acomodados en las altas esferas. La fe de los que
creen no lleva a las guerras, tiende más bien a la concordia. La conclusión final
es interesante. Lástima que haya necesitado tanta paja.
Ángel Cabrero Ugarte
Profesor del Centro Universitario Villanueva
Para leer
más:
José Carlos Martín de la Hoz.
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Julia Navarro, La sangre de los inocentes, Plaza
y Janés 2007
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