Casi al mismo tiempo en que en el Yemen eran asesinadas cuatro Misioneras de la Caridad que cuidaban a ancianos paupérrimos, en Paquistán, se protestaba por la condena a muerte del asesino de un ministro –su propio chófer– que se había atrevido a defender la libertad religiosa; y, mucho más cerca, en San Sebastián, se recibía como a un héroe a Arnaldo Otegui, pocos días después de haber salido de la cárcel tras haber cumplido la condena por sus implicaciones con el terrorismo de ETA.
Ante estas noticias, uno siente dolor y perplejidad. Por un lado, unas mártires de la caridad, del amor hasta el extremo, unas mujeres inocentes, desprendidas de todo por atender a los más necesitados en una tierra hostil al cristianismo. Y, en el otro platillo de la balanza de la conducta humana, el aplauso a los que obran el mal, la exaltación del odio, del fanatismo, del crimen.
Que el mal existe lo comprobamos todos los días en nosotros mismos, en el entorno más cercano y en todas partes, basta con leer el periódico o con seguir las noticias a través de la radio o de la televisión, pero que haya personas que lo apoyen y aplaudan como si se tratara de un bien, con un desprecio atroz hacia las víctimas, resulta difícil de comprender y de asimilar. ¿Qué pensarán? ¿Cómo se habrán borrado de su conciencia la distinción ente el bien y el mal, la piedad hacia los inocentes que sufren, la misericordia? ¿Podrán vivir tranquilos después de estas conductas que no parecen propias de seres humanos? ¿Y la responsabilidad de quienes les habrán inoculado tanto veneno? Sobre esta última pregunta, me resultó esclarecedor el libro de Victor Klemperer: LTI, la lengua del Tercer Reich (apuntes de un filólogo), traducido al español, hace ya algunos años, por la editorial minúscula.
Nunca olvidaré lo que me sucedió hace ya muchos años en una ciudad de Guipúzcoa. Se había producido un atentado de ETA en el que había muerto una persona. Al manifestar mi desaprobación delante de un grupo de transeúntes que comentaba la noticia, un chaval de allí, de unos nueve o diez años, respondió, refiriéndose a la víctima: "algo habrá hecho", para mí fue revelador… Espero que aquel chico rectificara y que no haya estado en el homenaje a Otegui.
Luis Ramoneda