La sonrisa gratuita

 

Seguramente la mayoría de las personas que puedan leer estas líneas se habrán dado cuenta, en más de una ocasión en su vida, de que hay sonrisas y sonrisas. Si lo consideramos así en general podríamos decir que es de las situaciones más amables o simpáticas que suceden en nuestras vidas: encontrar gente sonriente. Aunque quizá, de la misma, se nos ocurre que no todas las sonrisas son iguales.

Llegar a casa y encontrar a tu marido o tu esposa sonriendo es algo que borra el cansancio o las preocupaciones. En la calle, cuando vas por la acera, un despiste y tropiezas con una joven que va con las compras recién hechas, y te sonríe, a pesar del empujón; te hace seguir el camino con más garbo. Entras a la farmacia y te atiende una joven con una sonrisa de oreja a oreja, y de inmediato te olvidas de ir a la otra en la que te trataron como si molestaras.

Andando por las calles de mi barrio veo caras adustas, un tanto tristes o quizá preocupadas. Procuro mirar a los ojos con “buena cara” y vas descubriendo que hay quien te lo agradece con una mirada iluminada. Otros no. Hay viejitas que van por la acera con dificultad, pero con una sonrisa en los labios. Otras no; gruñen.

Viendo a la gente por la calle en muchas ocasiones piensas: pobre gente, qué cansancio llevan encima. O bien, qué preocupaciones tiene esta chica, con la cara de derrumbe que lleva. Claro, no es lo mismo ir al trabajo por la mañana, con prisa, que andar tranquilamente por el parque al atardecer. Esto nos hace recapacitar que no hay que juzgar a nadie.

A pesar de todo juzgamos. ¿Cómo es posible que este señor, elegante, de buen nivel social, vaya por la vida con tanta tensión? Te da pena. En cambio, cuantas veces me encuentro con sudamericanos, no de los que se han enriquecido sino de los que están trabajando en cualquier cosa, que te sonríen con gran facilidad y amplitud. Seguramente tienen para vivir la mitad de la mitad que el señor elegante y tenso. Lo pienso muchas veces, gente que sin duda viven con lo justo y los ves felices.

La sonrisa gratuita. No es por nada, no te están pidiendo nada, es agradecimiento o manifestación de valor ante las dificultades. Es jovialidad. Caridad cristiana. Es facilidad para encajar con otros. Y sonríen porque se cruzan con seres humanos.

Seguramente tendríamos que mirarnos alguna vez al espejo, o al escaparate según pasamos, para ver qué cara llevamos. Sin duda, desde un planteamiento cristiano, lo que sale es ver, en quien te cruzas, una persona, independientemente de si rica o pobre, joven o anciana. Una persona que agradece la sonrisa gratuita, que no depende de si le han dado una propina o una limosna; que no depende de si es guapa o fea. Si va con prisas o despacio.

Es un ejercicio. Sería cuestión de probar, a ver qué pasa. Por si acaso sonrío, a ver qué pasa. Quizá se sorprenda el que se cruza, quizá se alegre de ver gente contenta. Pero por probar que no quede.

Ángel Cabrero Ugarte