El catedrático de Dogmática de la Facultad de Teología de la Universidad de Comillas y miembro de la Comisión Teológica Internacional (2014-2019), profesor Gabino Uribarri Bilbao (1959), nos presenta en este trabajo recién editado un conjunto de artículos reunidos bajo el título de estudios sobre Escatología; situación y balance actual, escatología intermedia y, en concreto, sobre el concepto teológico de tiempo, en los que vale la pena detenerse.
Nuestro autor comienza recordando que tanto los cristianos como los paganos estamos sometidos al tiempo y, además, acabamos de empezar a vivir juntos tiempos de pandemia e incertidumbre que nos hacen plantearnos el sentido de la fe en nuestras vidas y las coordenadas espacio temporales del mundo en que vivimos (13).
Precisamente, en la sociedad acelerada actual en la que estamos todos vigilados por las autoridades, creyentes o no, siempre andamos en lucha contra el reloj, cuando deberíamos experimentar de otro modo el tiempo, más que como un adversario, como un don de Dios.
La perspectiva del tiempo nos recuerda que vivimos en un tiempo donde se ha dado ya la Resurrección de Jesús y por tanto su reino se ha implantado entre nosotros, pero falta por llegar el juicio final y la resurrección total del género humano, de modo que pueda culminarse la obra de la creación y de la redención (35). De ahí, el término de escatología intermedia: “la Iglesia en su liturgia ora esperanzadamente por la salvación de todos” (42).
Respecto al problema del tiempo y su expresión teológica, comienza nuestro autor, por recordar con palabras de san Agustín; lo difícil que es expresar un concepto tan habitual como intuitivo. En cualquier caso, nos recuerda que parece “más consistente pensar en una no disociación entre el ser de Dios y su ser creador y, con ello, la eternidad del acto creador” (52).
Inmediatamente, al hilo de san Agustín, recuerda que la eternidad del Verbo y su generación eterna están fuera de toda duda, así como recordar que “el tiempo comenzó junto con el cielo y la tierra” (54). De hecho, en el misterio de la encarnación, “se da la conjunción de la divinidad y la humanidad, sin que dicha tensión haya de romperse hacía ninguno de sus polos” (56).
Es verdad que Dios es amor. Por lo que existe la sensibilidad y las repercusiones de los actos humanos libres: “si el amor nos hace vulnerables, al hacer depender nuestro bienestar más profundo de la reciprocidad, siendo Dios amor. Su amor por el pueblo de Israel también le hace vulnerable a la respuesta del pueblo” (58).
José Carlos Martín de la Hoz
Gabino Uribarri Bilbao, La vivencia cristiana del tiempo, ediciones BAC, Madrid 2020, 156 pp.