El ensayista y profesor jubilado de la Universidad Carlos III Juan José Tamayo (1946), ha redactado una ideologizada semblanza del peculiar obispo del Brasil, el catalán Pedro Casaldáliga (1928-2020), cuando todavía no ha pasado ni un año de su muerte para que la historia pueda juzgar la verdadera eficacia de los peculiares modos de actuación de este obispo de la amazonía y por tantos distinguir entre las luces y sombras de su largo pontificado.
Efectivamente, como describe el teólogo de la liberación Juan José Tamayo en la semblanza de Casaldáliga, desde su toma de posesión como obispo de la Prelatura de San Félix de Araguaia en el Mato Grosso del Brasil, empezó a usar en vez de mitra y báculo como todos los obispos católícos desde la antigüedad, otros símbolos más al estilo de un activo agente del cambio social que de un pastor de almas (29, 47).
Hace falta tiempo para comprobar la eficacia sobrenatural de sus métodos evangélicos y si fueron acordes con el evangelio y con las necesidades de su pueblo. La semblanza que ahora leemos no responde a las preguntas normales del trabajo de un obispo: la extensión y profundidad de la catequesis, la formación de futuros sacerdotes, el desarrollo de la vida contemplativa, la puesta en marcha de centros de formación, de capacitación, de Beneficencia; asilos, orfanatos, hospitales, etc. Es decir, los medios habituales de desarrollo humano y cristiano que se han puesto en marcha desde el comienzo de la Iglesia y que tantos frutos han dado siempre y que son resumidos por san Juan Pablo II en la Redemptoris missio (7.XII.1990).
Evidentemente, parece que Tamayo solo aporta que movido por el Espíritu Santo y llevado por el amor a los pobres y por el deseo de contribuir a mejorar la situación económica y social de tantos hombres y mujeres esclavizados, empleó heroicamente todas sus energías sobrenaturales y humanas, lo cual solo puede ser alabado y ponderado, pero eso es solo una faceta de su episcopado (66).
Desde luego, cuando hacía caso omiso de las sugerencias e indicaciones que le llegaban del Santo Padre y se jactaba de ello, según narra ostentosamente su biógrafo (31), quizás no obraba con la necesaria prudencia pues era obispo de la Iglesia católica y los fieles le seguían porque deseaban ver en él, a un sucesor de los Apóstoles que les ayudaría al heroico seguimiento de Cristo. Como ha demostrado la historia y el papa Juan Pablo II reconoció públicamente el 12 de marzo del año 2000 con ocasión del jubileo del tercer milenio, cuando pidió perdón por el uso de la violencia de los cristianos de todos los tiempos para defender la fe, la violencia nunca es útil ni para vencer ni para convencer.
El editor ha incluido esta peculiar semblanza de Pedro Casaldáliga en una colección de hagiografías de santos ya beatificados y canonizados por la Iglesia como santa Hildegarda de Bingen, Santa Catalina de Siena o santa Edith Stein, sin aclarar si desea plantear a la Iglesia que lo proponga al pueblo como modelo de santidad o si solo desea mantener el recuerdo de un hombre heroico en la defensa de los derechos humanos.
José Carlos Martín de la Hoz
Juan José Tamayo, Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra, ediciones Herder, Barcelona 2020, 128 pp.