El Profesor, Jean Flori, director de Investigación en el Centre Nationale de la Recherque Scientifique (CNRS), de París, es uno de los máximos especialistas mundiales en las relaciones entre cristianismo e Islam durante la Edad Media en Europa y, especialmente, en la caracterización tanto de la organización como del desarrollo de las cruzadas, como del uso musulmán de la yihad.
En esta ocasión, el Prof. Flori, ha dado a la imprenta un texto breve texto, sencillo, divulgativo, claro y conciso, sobre una materia actualmente sometida a un intenso debate bajo  el nombre general de religión y violencia.
En efecto, desde el 11-M, una parte del debate cultural en occidente ha pasado de la llamada islamofobia a la cristianofobia y, finalmente, a la propuesta de eliminación de toda religión del concierto democrático. Incluso algunos autores han llegado a afirmar que solo habrá verdadera paz en el mundo, cuando sean eliminados definitivamente, los credos religiosos, los libros sagrados y los líderes espirituales.
Para comenzar el libro, el Prof. Flori nos recuerda que el término cruzada nació en Europa poco antes del 1200, cuando comenzaron las primeras expediciones militares en nombre de la cruz, encaminadas a Jerusalén y a los santos lugares en donde había vivido Jesús, que eran venerados por los cristianos desde el siglo I, y que habían sido conquistados a fuego por los musulmanes y cerrados, en la práctica desde entonces, a las peregrinaciones cristianas.
Así pues, en la predicación del papa Urbano II de  la primera cruzada, estaban en primer lugar las motivaciones religiosas; el concepto de peregrinación como medio para purgar las penas debidas por los pecados, la necesidad de la penitencia y de la purificación por los pecados, especialmente por el uso de la violencia, los pecados de la carne, etc. “La peregrinación, prescrita como acto de penitencia por la Iglesia para obtener el perdón de los pecados confesados, había adquirido desde hacía dos siglos una importancia creciente en la espiritualidad cristiana occidental” (15).
El grito de ¡Dios lo quiere! Levantó un fuerte movimiento popular que los reyes europeos se vieron obligados a encauzar y ordenar, para evitar mayores desmanes de los exaltados y de los truhanes que se mezclaron, con los hombres y mujeres de buena fe y, sobre todo,  del anarquismo, que como se vio en la batalla de la conquista de Jerusalén costó la vida a muchos cruzados y también muchos sufrimientos a la población civil, incluso cristiana del imperio bizantino. Además se añadió la definitiva ruptura con la Iglesia Oriental, y con las autoridades de Bizancio por los desmanes de los incontrolados cruzados y por no seguir las orientaciones del basileus (18-19). Desde luego la solución de instaurar el reino cristiano de Jerusalén no fue más que una solución falsa (25). Así pues de reconquista y cruzada se produjeron otros desmanes (27), como el uso de la violencia.

En las sucesivas cruzadas se fue perdiendo el espíritu auténtico de la cruzada y se fueron mezclando los fines espirituales, con otras motivaciones más vulgares, económicas, geopolíticas, de primacía entre los reyes en Europa, etc. De todas formas respecto al fin económico de las cruzadas, como motivación fundamental, nos recuerda Flori: “La mayor parte de los historiadores descartan hoy esta hipótesis, subrayando que, por lo general, los supervivientes regresaron más pobres que a su partida, salvo en reliquias. Las escrituras de cruzada demuestran por sí mismas la enorme inversión que era necesario hacer para la partida de cada caballero cruzado, quien además debía mantener en el camino a un escudero y varios servidores” (96-97).

 

José Carlos Martín de la Hoz
Jean Flori, Las cruzadas, Ediciones Universidad de Granada, Granada 2010, 171 pp.