Dos de los documentos más importantes emanados en el dicasterio para la doctrina de la fe mientras el cardenal Joseph Ratzinger era el Prefecto y el Santo Padre era San Juan Pablo II fueron precisamente: “Libertatis nuntius” (6.VIII.1984) y “Libertatis conscientia” (22.III.1986). Ambos abordaron con todo rigor el estudio de algunas teologías de la liberación que estaban inspiradas en el análisis marxista de la historia y otras ideologías que confluían en la “toma de conciencia de clase oprimida del pueblo indígena americano” y lo estaba lanzando a la lucha de clases contra el opresor presente en Latinoamérica, llevadas por el materialismo dialéctico para alcanzar el paraíso comunista en la tierra.
La mezcla de ideas marxistas con una visión deformada del cristianismo que lo reducía a la lucha por la justicia en la lacerante situación en Latinoamérica, fue duramente tratado y condenado en esos importantes documentos. Lógicamente no se puede mezclar el reino de los cielos con métodos violentos para lograr la justicia y la igualdad social. No es compatible el cristianismo, que una religión de paz, con cualquier interpretación sesgada de la escritura para mostrar a Jesucristo como un líder revolucionario ni tampoco interpretar al pueblo cristiano como llamado a la violencia para lograr la igualdad y fraternidad.
Prueba de la eficacia de dicho magisterio es la desaparición de toda terminología marxista en los escritos aducidos del teólogo de la liberación Ignacio Ellacuría y que son presentados como una teología todavía válida para la realidad actual en América (138). Es más, los autores de este trabajo, comparan los textos de Ellacuría con el magisterio social reciente del santo Padre Francisco.
Es muy interesante la constatación de las palabras de san Oscar Romero transcritas a lo largo de este trabajo pues manifiestan una clara aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y una plena identificación, en el fondo y en la forma con el magisterio desde León XIII ante la cuestión social (201).
Las investigaciones realizadas ante la muerte de san Oscar Romero, así como la fama de martirio constatada en el pueblo cristiano con abundante favores y gracias por cedidas por Dios por la intercesión de san Oscar, muestran que efectivamente murió por odio a la fe cristiana y murió perdonando a sus verdugos, de ahí que haya sido beatificado y canonizado.
Es interesante constatar que las palabras citadas de Ignacio Ellacuría a lo largo de este trabajo tienen un fondo económico y político muy acusado: “trabajando por la justicia” (209); “la liberación política como salvación y carisma” (217); lucha contra “la dictadura del capital privado”, “buscar un modelo alternativo al capitalismo” (229); “instaurar la llamada al Reino en la tierra” (269). Finalmente, se habla de un concepto de santidad como transformador de la realidad (281) que conviene matizar señalando que es un don de Dios, no fruto de un esfuerzo meramente humano.
José Carlos Martín de la Hoz
José Sols Lucía (ed.), De Ellacuría al papa Francisco, Herder, Barcelona 2024, 357 pp.