1. Escójase un libro que estimule de algún modo a su lectura. Leer en voz alta es simplemente compartir una cosa
placentera con alguien a quien se quiere. La lectura de un libro que nos es
indiferente y la cual se hace sólo como deber no impresionará a nadie y nos
aburrirá a nosotros.
2. No se haga de ello una prueba de resistencia. Ningún libro necesita ser leído obstinadamente desde
el principio hasta el fin. Escójanse trozos de él si se quiere. Experiméntese
con varios libros diferentes al mismo tiempo.
3. No correr en la lectura. Esto es lo que aconsejo: léase hasta que se esté dispuesto a suspenderlo, léase con tanta
frecuencia como se quiera y no se preocupen si se necesita una semana o un año
para terminar el libro.
4. Procédase con naturalidad. Esforzarse con exceso para conseguir efectos de dicción supone
caer en la afectación. El tono de voz empleado en nuestra conversación normal
será el mejor para nuestras lecturas. El interés sentido por el lector prestará
el mejor énfasis a la narración.
5. Cuando se suspenda la lectura empiécese a conversar. Leer en voz alta es una diversión en sí mismo,
pero es mejor todavía cuando incita a una animada conversación después de que
se ha dejado el libro.
Es así como deviene verdaderamente una experiencia común y compensadora.
La historia de Charles Laugthon. Ed. AHR, 1955.