La revista Aceprensa de julio-agosto abre el número con un artículo del crítico literario Luis Daniel González sobre la lectura de los clásicos. Entendemos por clásicos los grandes autores y obras de la literatura mundial. González se va a referir a cinco de esos autores: Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare y Cervantes. Los primeros párrafos del artículo parecen más disuadirnos que recomendarnos su lectura, afirma González que "no suelen ser fáciles y hace falta tener la disposición de concederles horas de lectura con las mínimas interrupciones" (pág.7), es decir, requieren una verdadera vocación literaria que se concede a muy pocos.
La mayoría leemos por la curiosidad de ver qué encontramos entre las tapas cerradas de un libro, porque ya hemos leído algo de mismo autor que nos ha gustado o, en determinados casos, porque buscamos en él la confirmación o el rechazo de nuestras propias ideas. Leer un texto ordinariamente largo, sin saber lo que vamos a encontrar, hora a hora, día a día, página a página, cuando no despierta en nosotros curiosidad o simpatía, no está al alcance de muchos. Juzgar un libro más alla del "es interesante", "resulta aburrido" o "termina bien" no todos pueden hacerlo. Alguien ha dicho que "no somos nosotros los que ponemos a prueba la obra maestra, es esta la que nos prueba a nosotros" (Gombrich, pág.7), y es verdad.
Leer a los clásicos es una tarea de juventud dirigida hacia la madurez. Así parecía considerarlo Dostoievski al recomendar la lectura del Quijote: "El libro más grande y más triste de cuantos ha creado el genio humano, elevaría el alma de los jóvenes merced a la grandeza de su pensamiento, despertaría en su corazón profundos interrogantes y contribuiría a apartar su espíritu de la adoración del eterno y estúpido ídolo de la mediocridad satisfecha" (pág.10). Suponemos que es necesaria la sensibilidad de Dostoievski para elevar el alma con la lectura del Quijote. Por su parte, el poeta T.S.Eliot dirige la mirada hacia la madurez del lector, cuando escribe: "La valoración de los maestros es una tarea que nos toma toda la vida, puesto que a medida de que ganamos en madurez iremos comprendéndolos mejor" (pág.9).
De acuerdo, pero si no es entretenimiento, ni diversión, ni tenemos la madurez necesaria para valorar a los clásicos ¿qué vamos a encontrar en ellos? La respuesta nos la proporciona Luis Daniel González y es un mensaje moral. Así, ve en la Iliada que "perder puede ser una forma de ganar, y ganar una forma de perder", de la Odisea dirá que "la gran aventura es siempre volver a casa", de la Eneida del poeta latino Virgilio destaca que "Eneas es un buen padre y un buen hijo, con un profundo sentido del deber hacia su gente y hacia su patria", y de la Divina Comedia, de Dante, citando a José Mateos, destaca que "la epopeya más arriesgada es la vida de cada uno y que todos podemos ser héroes morales de nuestra vida", e invoca a Harold Bloom, fervoroso seguidor de Shakespeare, para señalar que lo más importante del dramaturgo ingés es el tratamiento que hace de las pasiones humanas.
El lector encontrará en este artículo una frase radical de Gómez Dávila, el cual afirma que "solo las letras antiguas curan la sarna moderna" (pág.10). Es cierto que hay mucha basura entre lo que se publica, por eso la actividad literaria es también de búsqueda, una búsqueda que no es difícil ya que unos autores nos conducen a otros: "Quien no confronta su vida con los grandes textos -concluye Gómez Dávila- la confronta a través de los tópicos de su tiempo" (pág.10). Habría que señalar que los tópicos no necesitan de libros, ya que viajan por el aire, se repiten en los medios y los utilizamos nosotros mismos para evitar confrontarnos. Para terminar, Roland Barthes señala como a los clásicos hay que leerlos con un propósito personal: Buscar la flecha [el mensaje] que me dispararon a través de los siglos", y concluye con una frase espléndida: "Enseñan,sobre todo, que escribir bien es inseparable de pensar bien" (pág.10).
Juan Ignacio Encabo Balbín
González, Luis Daniel, Aceprensa, julio-agosto de 2024.