Decía jocosamente un amigo mío que probablemente haya más poetas que lectores de poesía. Muchas personas, incluso cultas y buenas lectoras, parece que se asustan cuando uno las invita a hacerlo. No sé quiénes serán los culpables, ¿los lectores, los poetas, los planes de estudios…?, pero pienso que pocas actividades enriquecen tanto como la lectura de poesía de calidad.
En diciembre, como suelo hacer cada año, acudí al fallo del Premio Adonáis de Poesía, en la Biblioteca Nacional. Después, en una conversación con Julio Martínez Mesanza, uno de los miembros del jurado, y con un profesor de literatura de la Universidad Autónoma de Madrid, sale a relucir un poeta para mí desconocido, que es elogiado por Julio. Como sus opiniones me merecen mucho respeto, me quedo con el nombre, decidido a buscar algún libro de Fermín Herrero.
A los pocos días, en una de las librerías que frecuento, adquiero el poemario con el que ha obtenido el XXIV Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma de 2014. El título, La gratitud, ya invita a la lectura. En la contraportada leo que Fermín ha nacido en Ausejo de la Sierra, otro dato favorable, puesto que soy un enamorado de las tierras sorianas.
Unos semanas más tarde, me sumerjo en la lectura del poemario y no me defrauda. Es uno de los libros de poesía más emocionantes y bellos que he leído últimamente. Hay consonancia con el autor en el amor a la naturaleza, en cuestiones que siempre me han atraído e interpelado, como el paso del tiempo, el amor, la amistad, la muerte; y también con el estilo, más bien sobrio, pero con un rico vocabulario, buen ritmo y logradas imágenes. Buscaré otros poemarios de Fermín Herrero.
Pienso que, si se trata de poesía, cierta afinidad entre el autor y el lector es necesaria. Hay buenos poetas con los que como lector no logro conectar e incluso es muy frecuente que en un poemario haya poemas que me seduzcan y otros que no. Pero, cuando un poema de verdad nos hiere, qué regalo para el espíritu… Algo parecido pasa con la música. Además, un poema se puede leer y releer fácilmente, no sucede así con las grandes novelas o relatos. Como un buen ejemplo vale más que muchas palabras, copio uno de los poemas de La gratitud:
“Estos días de un marzo adelantado, esta
claridad que retorna, inesperada. La luz
es tanta y de improviso, el aire alto
y sin esquinas. Junto a la vía esplenden
los almendros, su piel fugaz. Tranquila
por las nubes, la tarde de mi boca
a la tuya. En el filo de la vida.”
Luis Ramoneda