Martin Wolf, jefe de economía del “Financial Times”, ha publicado en castellano una interesante monografía sobre el estado de salud de la “necesaria” relación entre la democracia occidental y la libertad de mercado. Una cuestión esencial en este fin de ciclo cultural y de civilización al que estamos asistiendo.
Indudablemente, la relación entre la democracia liberal y la economía de mercado en la civilización occidental en los últimos dos siglos podría calificarse al menos de fluctuante y, por tanto, sometida a periódicas crisis, dependiendo de las crisis políticas y los diversos gobiernos que se han implantado.
Las crisis unas veces han sido provocadas por la escasez de inversión o por el desmesurado crédito que han hecho flaquear al sistema (p. 55) y, en otras ocasiones, por el excesivo control estatal de la economía que ha elevado aún más la carga fiscal hasta hacerla asfixiante (p. 77).
En cualquier caso, la vida económica real en Europa se va desenvolviendo entre dos modelos casi afines, el social liberal que tiende a rebajar la carga fiscal para favorecer la inversión y el social comunista que tiene a exigir un aumento de las cargas fiscales a la mayoría de la población, aunque sea mileurista y pensionista. A lo anterior hemos de añadir, como nos recuerda Martin Wolf, jefe de economía del “Financial Times”, que la pérdida de confianza en la verdad hace superficiales los debates (p. 17).
Indudablemente, las democracias occidentales han aprendido, desde los albores de la revolución industrial el sentido social de la economía de mercado y que el aumento de las desigualdades hace daño a todos a los consumidores y, por tanto, también a los productores y al mismo sistema. Por tanto, es un sofisma acusar de egoísta al que trabaja, invierte y arriesga. La moderna doctrina social de la Iglesia del papa Francisco impulsa a la integración frente a la dialéctica.
En cualquier caso, la tendencia general de los sucesivos pactos entre los Estados y las grandes multinacionales podría conducir al control de las propias multinacionales que acabarían siendo dueños de la deuda pública y gobernarían despóticamente los parlamentos y los ayuntamientos (p. 239), pues parece que nos dirigimos al gobierno de la gestión más que al gobierno de las ideas (pp. 142, 149).
Indudablemente, el sistema de gobierno que debe pactar con el populismo y el despotismo se arriesga a los males de ambos. Como afirma Martin Wolf: “un sistema así combina los vicios del populismo con los males del despotismo. Los vicios del populismo son el cortoplacismo, la indiferencia a la experiencia y la priorización de la inmediatez política sobre consideraciones a largo plazo. Los males del despotismo son la corrupción y la arbitrariedad. Los dos juntos provocan ineficacia económica y fracaso a largo plazo” (p. 217). Indudablemente, la desconfianza hacia los políticos está en aumento desde el COVID-19. Eso es indudable (p. 255).
José Carlos Martín de la Hoz
Martin Wolf, La crisis del capitalismo democrático, Deusto, Barcelona 2023, 493 pp.