Limpieza de sangre



 


Los estatutos de limpieza de sangre que se exigían para
poder acceder a determinados cargos civiles y eclesiásticos en algunas
corporaciones en España desde el siglo XV hasta el XVIII, es uno de los enigmas
de la historia de la Iglesia
en España al que se vuelve una y otra vez, para su comprensión y
esclarecimiento. El reciente y documentado trabajo del Prof. Hernández Franco
en uno de los últimos intentos que se han realizado y vale la pena detenerse en
él, aunque sea brevemente.


El problema arranca desde los Estatutos promulgados en
Toledo: la
Sentencia-Estatuto del año 1449 por el Concejo de Toledo y el
Estatuto del arzobispo Juan
Martínez Silíceo sobre el cabildo catedral (1545-1557).
Teóricamente desde 1492 todos eran cristianos y españoles, pero el hecho de
tener ascendientes judíos marcaba y mucho en la vida social. ¿Cómo pudo darse
el fenómeno de impedir el acceso a los descendientes de cristianos nuevos a los
cabildos catedralicios, órdenes religiosas o a la vida judicial? Quienes procedían
del judaísmo, eran mirados con sospecha.


Hernández Franco establece, al comienzo del trabajo, su
punto de vista sobre la cuestión: "En sus inicios el problema tiene un
componente religioso, al que se une la animadversión a la
«raza»" (17). Evidentemente, los
casos de judaizantes confesos en los procesos inquisitoriales, señalará la
prioridad del factor religioso en el arranque del problema, pero ya mitad del
siglo XVI hay odio a los estatutos aunque de hecho se mantienen, a pesar de la
condena de los reyes (final del reinado de Felipe II y sobre todo Felipe III y
el Conde Duque de Olivares) y de la jerarquía eclesiástica (desde la Bula Humani generis de Nicolás V, y una pléyade
escritores eclesiásticos, así como de san Pío V y Gregorio XIII) que se
esfuerzan por hacerlos desaparecer. Es interesante que cuando la Compañía de Jesús los
establezca en 1592, se argumente que "no es con el fin de evitar la entrada de
cristianos nuevos, sino por hacerse con el honor castizo que proporcionan los
estatutos; era la única forma de no verse perjudicada por la decisión de
personas pertenecientes a familias de relieve que escogen otras órdenes para
profesar, debido a la falta de estima u honor de la Compañía para admitir
neófitos" (p.20).


A partir del siglo XVII los estatutos
adoptados por colegios mayores, iglesias, cabildos, concejos, Inquisición, etc.,
"se han transformado en filtros para tener la seguridad de que su honor
institucional no será ensombrecido por el ingreso de cristianos nuevos, de
personas dudosas en la fe o incluso que ha podido incurrir en actos heréticos,
con una forma de vida que es portadora de valores contrarios a los que imperan
entre la sociedad nobiliaria, o bien desleales a las directrices políticas de la Monarquía" (p. 20).


Convendría
matizar el cuadro dibujado por el autor, pues en realidad, desde el siglo XVII
la actividad inquisitorial decayó. Todo parece indicar, que el fondo del
problema estriba en los conflictos habituales entre familias dentro de un fondo
cristiano, con luces y con sombras: la comparación y la envidia. Se utilizaba
la sospecha de mezcla de sangre como mecanismo de ultraje o para medrar y
desbancar al otro en una sociedad que el oro y la plata americano había
arrostrado a vivir sin el empuje y vitalidad del XVI.


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Juan HERNÁNDEZ FRANCO, Sangre limpia,
sangre española
. El debate de los estatutos de limpieza (siglos XV-XVII)
,
ed. Cátedra, Madrid 2011, 300 pp.