El magnífico trabajo sobre el “torbellino Kant” está en todas las librerías incluso en la de las estaciones de Renfe y no deja de llamar la atención que, mientras, en la Universidad de Jena, en la Antigua Prusia, el foro de ideas donde se formó y su universidad madre, esté siendo actualmente muy discutido, en el resto del mundo occidental sigue sin dejar a nadie indiferente y ausente, sino que es constantemente reeditado y estudiado.
Indudablemente, leer las tres críticas a la razón que escribió Kan resulta una tarea realmente meritoria y requiere armarse de una gran paciencia, como ya sucedía en aquella época con los alumnos de Kant. De todas formas, me ha resultado divertido asistir a las clases de geografía de un hombre que apenas salió de su pueblo y de su pueblo pero que leía mucho y procuraba estar al día de los descubrimientos recientes.
En cualquier caso, después de la crítica de Kant a la ilustración y al mundo de su tiempo, no hay más remedio que leer detenidamente la macro construcción mental o la teoría del conocimiento de Kant, al menos para descubrir adonde puede llegar la mente humana, aunque caigamos en la cuenta de la limitación de la razón y, sobre todo, de que somos libres para aceptarla o rechazarla pues no alcanza a descubrir el misterio antropológico de lo que es el hombre, aunque sirva para asentar científicamente algunas de las bases. Y rechazar su moral voluntarista.
Ortega y Gasset afirmaba que el gran error de la Iglesia de su tiempo, es decir la primera mitad del siglo XX, fue haber obviado la crítica a Kant en los seminarios y universidades católicas. Esto lo podía decir Ortega que era un verdadero superviviente y quien, con su pensamiento, demostraba que se puede hacer filosofía y de la buena después de Kant y sin ser kantiano.
Indudablemente, hay suficiente futuro, como se comprueba en la filosofía de Ratzinger o de Habermas, por ejemplo, donde priman el equilibrio de fe y razón. Kant era sencillamente fideista y propició el ateísmo, como demuestra Norbert Bilbeny (Barcelona, 1953), catedrático de filosofía de la Universidad de Barcelona en el magnífico trabajo que presentamos. Es más, nos asegura que, en materia religiosa, era sencillamente un deísta (32) al más puro estilo de Voltaire y Diderot, aunque les ganara a todos en inteligencia y en capacidad de razonar. Kant se siente libre de toda fe y de toda Iglesia (33).
Es indudable que Kant fue siempre partidario de la revolución francesa y, aunque nunca discutiría con nadie acerca de política, siempre expresaba su gozo republicano abiertamente y sin ambages, e incluso sabía disimular ante las consecuencias desastrosas de la revolución por lo que le parecía un logro de la humanidad deshacerse del despotismo ilustrado (25).
José Carlos Martín de la Hoz
Norbert Bilbeny, El torbellino Kant. Vida, ideas y entorno del mayor filósofo de la razón, Ediciones Ariel, Barcelona 2024, 287 pp.