Los colores de la verdad

 

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947), catedrático de Filosofía de la Cultura de la Universidad de Viena, ha redactado uno de los trabajos de antropología más interesante de los últimos años, enmarcado en la cuestión del tiempo y del ser, pero no en la línea de Heidegger, sino en la de la escala cromática y la vida.

Comienza recordando los atributos que habitualmente se ha dado a los colores en la civilización occidental: el blanco a Dios y sus atributos divinos, el rojo al amor apasionado, el verde a la esperanza, el azul al cielo, a la quietud y serenidad del horizonte del mar y de la vida (17-18). Enseguida, reconducirá su estudio hacia el color gris y a la amplia gama de grises, para concluir como tesis: “no se es verdadero filósofo hasta haber descubierto la importancia del gris, de la cotidianidad, de la normalidad”, pues “sin gris no hay verdadera filosofía” (13) ni humanidad: “Según la esclarecedora máxima de Hegel, el gris no es solo el color de los logros de la filosofía; es también un indicador del tiempo que conlleva la madurez del pensamiento” (42).

La filosofía y antropología del gris, le llevará a establecer su hipótesis más importante: “el pensamiento comienza donde acaba la revisión” (51) y añadirá enseguida siguiendo a Heidegger: “los conceptos de mundo, finitud y soledad, estarían en correspondencia con estados de ánimo como la angustia, el aburrimiento y la melancolía que colorean al ser-en-el-mundo” (52).

Seguidamente, se entretendrá en la conversación acerca de los colores y la vida política, cuestión que centra originariamente en la revolución francesa y los colores rojos de los gorros frigios jacobinos (67). Pronto nos dirá que el color rojo será adoptado por el comunismo ruso y por las Brigadas Rojas italianas (69). También, volviendo a las carreras de cuadrigas romanas, nos traerá los cuatro colores fundamentales: rojo, azul, blanco y verde (71). El gris aparecería en el mundo político en el color del hábito de un monje capuchino, el padre Joseph, inseparable del cardenal Richelieu, e infatigable negociador como él (73).

En cuanto a la organización del estado moderno y sus “valores políticos como la transparencia, la regularidad jurídica estatal y la mengua de la corrupción” los pone en consonancia con “el índice de agrisamento de los Estados” y terminará hablando del futuro prometedor del “gris eficiente” como correlato entre “la sinergia de la actividad estatal y el liberalismo” (119).

Finalmente, nuestro autor tratará de temas menores, o tratados de modo menor, como el gris en el cine, “la mujer sobre fondo gris”, el gris en la tempestad en el mar y en los montes, el gris de Cézanne, y, por último, tratará de la acusación de Thomas Müntzer contra Lutero al que acusará de tibieza y de ser un “ladrón de las escrituras” (244).

José Carlos Martín de la Hoz

Peter Sloterdijk, Gris. El color de la contemporaneidad, ediciones Siruela, Madrid 2024, 282 pp.