El profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, Juan José Hernández Alonso, ha recogido en este extenso volumen una síntesis de la situación actual de las investigaciones acerca de la Iglesia en sus primeros años de desarrollo tras la diáspora de Pentecostés: “Esta fe inquebrantable de la comunidad en el Resucitado implicaba la relación con la sociedad circundante y el compromiso con la difusión del Evangelio, es decir, con la misión” (15).
Enseguida nos recordará que “Comenzaba así el espíritu misionero de la Iglesia, que, en la adversidad y persecución, salía a otras partes del mundo a predicar la palabra, la buena noticia de Dios. En esa tarea, Lucas parece incluir tanto a hebreros como a helenistas” (100).
Recoge una extensa bibliografía reciente, parta señalar el audaz regreso de los primeros cristianos a Jerusalén, tras la primera persecución y martirio del apóstol Santiago a manos de Herodes: “La primitiva comunidad de Jerusalén no extendió su fe en Jesús solamente en la tranquilidad y quietud de su vida piadosa -en la oración y el encuentro personal y amistoso entre sus miembros- sino también, y de manera significativa, en su empeño vital al servicio de la tarea misionera. Solamente así cabe explicar la portentosa y rápida expansión del movimiento cristiano entre judíos y pueblos de la gentilidad” (106).
Las conversiones de judíos de la diáspora que conocieron el cristianismo en Jerusalén propiciaron la rápida expansión de la fe en lugares recónditos de la cuenca del mediterráneo: “La relación de los discípulos de Jesús con el mundo nunca se rompió. Es más, se mostraron solícitos y generosos con las nuevas comunidades nacientes y mantuvieron despierto su inconfundible compromiso misionero, elemento diferencial con respecto a otros grupos no cristianos” (111).
Los apóstoles se distribuyeron por toda la tierra contagiando el amor de Dios y llegaron en pocos siglos hasta el último rincón de la tierra. Se constituyeron patriarcados, obispados y eparquías y, después, parroquias. Capilarmente llegarían por las calzadas romanas muy lejos.
El autor se detendrá a narrar el primado de Pedro, su concesión por Cristo en Cesárea de Filipo y su aceptación natural en los primeros años, desde el traslado de la sede a Roma d Primado de Pedro. Asimismo, se detendrá en la triple pregunta de Jesús que rehabilita su figura: “El apóstol que más ama a Jesús” (214).
Finalmente, subrayará el transito de la primitiva Iglesia hacia la diferenciación con el judaísmo y la entrada masiva de nuevos cristianos procedentes del paganismo lo que terminará por consolidar la nueva religión (373).
José Carlos Martín de la Hoz
Juan José Hernández Alonso, La Iglesia de los comienzos, Sal Terrae, Bilbao 2024, 495 pp.