Un capítulo más breve del libro del Papa hace
referencia a los discípulos de Jesús y su actividad. Jesús llama a los doce.
Ese número no es casual sino continuidad: Jesús mantiene el Antiguo Testamento para
vivificarlo en el Nuevo, sin perder el hilo de la historia de la salvación
comenzada con Adán, pero con especial luz en Jacob y sus hijos.
Los doce representan a las tribus de Israel, y
se sentarán en los doce tronos, como leemos en el Apocalipsis. Jesús los elige
después de pasar la noche haciendo oración. Por eso dice el Papa que la llamada
es un acontecimiento de la oración. "Rogad al dueño de la mies para que
envíe obreros a su mies".
Jesús elige a aquellos hombres "para que
estén con Él y para enviarlos". Las dos facetas son inseparables. El
apóstol moderno descubre que no son opciones alternativas o sucesivas, sino
necesariamente simultáneas. Les envía para predicar su mensaje: sólo estando
con Él, siendo íntimos a Él, pueden llevar el auténtico mensaje de Cristo.
Dice el Papa que Jesús envía a los doce apóstoles
para tres cometidos principales: anunciar el Evangelio, expulsar los demonios y
curar a los enfermos. Predicar la buena nueva no es pura teoría: es dejar a
Dios entre las gentes, y por lo tanto hay que echar a los demonios. Sorprende
al lector inexperto de la Escritura el elevado número de veces que aparece el
diablo en la vida de Cristo. En gran medida sorprende porque ya no es normal.
Desde que vino Jesús al mundo el demonio tiene menos posibilidades.
La llegada de la fe en Cristo es una gran
liberación del demonio, una gran purificación que permite vivir a una vida
nueva. Dios está con nosotros. Entendemos por eso que Jesús venga también a
curar. Contra las curaciones mágicas, presentes en el mundo antiguo, Jesús nos
trae la presencia de Dios con su poder benigno. El Reino de Dios está cerca y
el poder del diablo se recorta. Aunque tarde temprano los discípulos de Jesús
van a entender que la auténtica curación, total y definitiva, es la plenitud
del amor de Dios.
Los nombres de los Apóstoles pueden hablarnos en
alguna medida de sus orígenes y de sus inquietudes, pero lo más grande es que
es Jesús, Dios, quien llama. Y así como eligió a doce para que estuvieran más
cerca de El, más adelante escoge a otros 72 que muestran la universalidad de la
llamada. Primero está Israel, en el envío –"Id
primero a las ovejas descarriadas de Israel"- pero luego viene toda la
Humanidad en la historia de la Redención: "Id al mundo entero...".
Ángel Cabrero Ugarte
Centro Universitario Villanueva
Para leer
más:
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de
los libros, 2007
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Benedicto XVI, La Iglesia, rostro de Cristo, Cristiandad
2007
href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6428">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6428