Una de las primeras cosas que aprendemos en la infancia es a tener paciencia, pues una y otra vez nos explican que “hay que esperar”, que “las cosas son así”, que es “la naturaleza de las cosas”. Además, cada vez que hemos intentado oponernos a la fuerza de la naturaleza, sencillamente, no hemos conseguido nada. Cuantos lloros de un niño protestando porque llueve, porque no le dejan jugar con las cerillas, que no se pueden tirar las macetas por la ventana, que es inútil poner cemento encima de un manantial que el jamón de York es tan rico como el de Jabugo.
Desde luego, ha sido interesante la aparición de diversas ideologías en el siglo XIX y XX, como la liberal decimonónica, el marxismo, el comunismo, el anarquismo y tantas otras que han intentado cambiar el modo de pensar de la mayoría de la población hasta llegar al fracaso. Han acabado por reconocer que la verdad se acaba imponiendo siempre. Es decir, que un sistema cerrado de pensamiento para explicar la realidad nunca logra convencer a la mayoría y, por tanto, termina por volver a imponerse la libertad y a la convivencia pacífica basada en buscar juntos el bien común.
Estos pensamientos me venían a la cabeza al leer los sencillos razonamientos de los profesores de la Universidad de Oviedo, José Errasti y Marino Pérez Álvarez, quienes han perdido muchas horas de su precioso tiempo para explicar al gran público los ”éxitos y las miserias de la identidad de género” la última ideología que acaba de aparecer y extenderse en el mundo entero.
Estos facultativos nos explican con muy buen humor que desde hace muchos miles de años existen en el mundo hombres y mujeres perfectamente caracterizados y sexualmente diferentes. Sobre esa realidad partimos y en esa realidad nos hemos desarrollado y extendido por toda la tierra.
Como decía el viejo y repetido aforismo “Dios perdona siempre, el hombre algunas veces y la naturaleza no perdona nunca”. Por tanto, intentar actuar y organizar la sociedad y la vida de las personas, las familias y las sociedades, como si las cosas no fueran lo que son, solo significaría que algunos pretenden jugar a ser el creador que ha puesto las leyes de la naturaleza y por tanto puede cambiarlas a su antojo (107).
Evidentemente, toda la presión social de la ideología de género va dirigida sencillamente a intentar alcanzar una normalización de toda la civilización humana (13) para que quien lo desee pueda hacer todo lo que su imaginación alcance. Esto es desconocer precisamente lo más elemental de la antropología personal y social. Pero, como nos recuerdan estos autores, además desean que sea la seguridad social sea quien pague las diversas operaciones que sean necesarias a lo largo de la vida y que todo el sistema médico de un país reduzca las listas de esperar y la atención primaria funcione tan perfectamente que las personas pueden decidir y cambiar de sexo varias veces en la vida y gratis. Todo esto es sencillamente es inviable e innecesario, pues como afirman estos autores nadie nace en un cuerpo equivocado (69, 107).
José Carlos Martín de la Hoz
José Errasti y Marino Pérez Álvarez, Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género, ediciones Deusto, Barcelona 2022, 293 pp.