Los misterios del cristianismo

 

En la renovación teológica del catolicismo del siglo XIX, destaca la figura de Scheeben por su capacidad de revalorizar la exposición de los grandes misterios de nuestra fe. Un hombre formado en la Universidad Gregoriana de Roma, dotado de una mente mística y científica a la vez. Un teólogo que supo revalorizar la esencia de los misterios cristianos como nadie de su tiempo.

M. Scheeben (1835-1888) nació cerca de Bonn en 1835 y murió joven siendo profesor de dogmática del seminario de Colonia. Es interesante recordar que, al igual que Möhler, Scheeben era un autor plenamente identificado con la patrología y especialmente con los Padres de la Iglesia Oriental. No en vano sus estudios acerca de la Trinidad, la cristología y finalmente el Tratado de la gracia son ampliamente ricos en citas y comentarios de la doctrina de los Padres, donde encuentra su inspiración.

M. J. Scheeben es, por tanto, el gran expositor y sistematizador del estado de la teología en el siglo XIX, como explica su editor: “Pretendió con su obra allanar las sendas más seguras hacia las cimas más elevadas de las verdades divinas” (9).  

Es interesante que en la introducción a su obra más importante: "los misterios del cristianismo", señale Scheeben que cuanto más profundizamos en el misterio, más hondo es: en aguas poco profundas todo está claro. Es lógico que sea así y que Dios no quepa en nuestra cabeza. Hace falta, nos dirá, humildad e ilusión para acercarse a los misterios de nuestra fe (14).

En realidad, no sin misterios porque sean oscuros, sino que como decía Hildegarda de Bingen, porque son luces tan intensas que ciegan. De ahí la importancia del asombro, la admiración y la alabanza a Dios (15).  Esta es una de las más grandes novedades de nuestra fe: es Dios mismo quien se nos revela en su Hijo: “El cristiano es introducido en los misterios De Dios en medio de una iluminación admirable y llena de gracia sin que por ello llegue a comprenderlos totalmente” (16).

Recordemos que Scheeben lleva al cristiano al orgullo de haber sido hablado por Dios e invitado al conocimiento y al amor (17). Así que concluirá: “Debemos estar agradecidos a Dios por la revelación de estos misterios, ya que estas verdades supranacionales son a la vez más elevadas, más preciosas y más valiosas que las puramente racionales, y así aún el más exiguo conocimiento de las mismas nos exige el más profundo respeto y el más alto aprecio” (19).

Inmediatamente, terminará su introducción con una alabanza a Santo Tomas al que denomina el príncipe de los teólogos, pero añade y algunos más, pues verdaderamente, son pléyade. Seguidamente se detendrá en los nueve grandes misterios de la fe, donde se condensasen los demás: Trinidad, creación, pecado, cristología y soteriología, eucaristía, la Iglesia y los sacramentos y la justificación cristiana, la Resurrección, la predestinación y la teología como ciencia de los misterios de Dios.

José Carlos Martín de la Hoz

M. J. Scheeben, Los misterios del cristianismo. Compendio elaborado por Federico Fuchs S.V.D, ed. Verbo divino, Estella (Navarra) 1967, 352 pp.