Hace ya muchos siglos que desapareció el Tribunal de la
Inquisición, para dejar enteramente paso a la actividad ordinaria de los
obispos de velar por la pureza de la fe en el Pueblo de Dios a ellos
encomendado. Lo que ha quedado es una mentalidad inquisitorial y no
precisamente en la Iglesia.
Si antes el Tribunal buscaba (Inquisitio
es investigación) el delito de herejía para lograr la conversión del pecador,
ahora ha cambiado de manos y la
moderna Inquisición es llevada por grupos de presión que utilizan la extorsión mediática para
lograr su pensamiento único.
Cualquiera que vea el mercado editorial comprobará que
está lleno de novelas históricas dedicadas a atacar de lleno a la doctrina de
la Iglesia a ridiculizarla o a negarla explícitamente. Eso sí, que a nadie se
le ocurra poner en duda la verdad del relativismo o intentar dar un sentido
trascendente de la vida. El que se salga de lo políticamente correcto, será
fustigado y expulsado de la comunidad científica o literaria en boga.
Si todo el mundo tiene derecho a opinar. La Iglesia tiene
derecho a defender la fe y la doctrina de Jesucristo. Este es el problema: para
algunos no hay verdades perennes, más que las que sostienen determinados
centros de pensamiento.
Hace unos días, desde algunos medios de comunicación se
achacaba a la Inquisición el cierre del culto en la Iglesia madrileña de San
Carlos Borromeo, la negativa a apoyar la Iglesia a
una Institución que defiende el aborto, o la reprobación magisterial de un
teólogo que se había separado del Evangelio. Es lo que se llama fuego a
discreción o a granel. De nada sirven esas críticas, pues al recurrir a lugares
comunes sólo producen risa.
Una cosa es el Tribunal Inquisitorial y otra cosa es el
ejercicio ordinario de la potestad de regir de los obispos o del Santo Padre.
Basta con tener un mínimo de conocimiento de la historia de la Iglesia, y del
ser humano, para saber que la responsabilidad de ser fieles al mensaje recibido de Jesucristo, hace que los obispos
o el Papa han de reaccionar antes esas desviaciones. Los fieles cristianos lo
agradecen.
Ya lo decía Jardiel Poncela, o los lectores viajan un poco o los libros no les interesarán.
O los escritores se documentan o sus columnas producen pena por la falta de
rigor y del mínimo sentido crítico.
José Carlos Martín de la Hoz
Para leer más:
Beatriz Comellas, La
inquisición española, Rialp 2004
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2364
Manuel Fernández Álvarez,
El fraile y la inquisición, Espasa-Calpe 2002
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1157
Francisco Márquez, De la España judeoconversa,
Bellaterra 2006
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=5467