Es indudable que el trabajo de Thomas Hobbes (1588-1679), denominado Leviatán (1651), produjo un impacto no solo en el continente inglés sino en toda Europa, pues fundamentaba el gobierno despótico de los monarcas y les entregaba todo el poder.
Es lógico, que rastreemos el origen de esas doctrinas en Lutero, puesto que Hobbes era seguidor de la Reforma y tomaría ideas de él, aunque sin citarlo, pues Hobbes solo citaba la Escritura: “toda verdad procede de doctrina depende, o de la razón o de la Escritura, fuentes ambas que han acreditado a muchos escritores, pero que no han sido acreditadas por ninguno de ellos”.
Las obras de carácter político del reformador alemán Martín Lutero (1483-1546), han sido reeditadas recientemente por Tecnos y preparada por Joaquín Abellán, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. En sí tienen poco interés, pues no era la especialidad de Lutero y su carácter era el de un reformador y exegeta, no el de un moralista o filósofo político. Pero es de notar cómo algunas de sus afirmaciones serán tomadas por Hobbes, aunque para él ni haya referencias a Dios, por su agnosticismo.
En primer lugar recordemos que Hobbes entregaría completamente el poder eclesiástico al poder civil, puesto que la Iglesia reformada es invisible, solo tiene los sacramentos y la Palabra y, por tanto, el mantenimiento del culto y clero corresponde al estado: “su función debe ejecutarse libremente, sin impedimentos, en todos los miembros de todo el cuerpo: debe castigar o actuar donde la culpa lo merezca o la necesidad lo exija” (I, 13).
Asimismo, recordemos que para Lutero como después para Hobbes el origen del Estado se encuentra en la corrupción del hombre. De hecho, Lutero afirmaba que: “como todo el mundo es malo y apenas hay un verdadero cristiano entre miles de personas, se devorarían unos a otros de modo que nadie podría conservar su mujer y sus hijos, con lo que el mundo se convertiría en un desierto. Por esta razón Dios estableció estos dos gobiernos: el espiritual que hace cristianos y buenos por el Espíritu Santo, bajo Cristo y el secular que obliga a los no cristianos y a los malos a mantener la paz y estar tranquilos externamente sin que se les deba por ello ningún agradecimiento” (I, 30). Como se puede comprobar la diferencia es la fe; Lutero era creyente y Hobbes no, De ahí el único límite del Estado para Lutero: “en los asuntos que afectan a la salvación de las almas no debe enseñarse ni aceptarse nada que no sea palabra de Dios” (II, 45).
Finalmente, traigamos las palabras de Lutero de la sobre la guerra de los campesinos: “ambas partes combaten por el mantenimiento de la injusticia (…): los señores luchan para afianzar y conservar su tiranía, la persecución del evangelio y las cargas injustas sobre los pobres o para ayudar a los que actúan de esa manera. Esta es una tremenda injusticia y está contra Dios: quien porque con esa injusticia se perderá para toda la eternidad. Los campesinos luchan para defender su revuelta y su abuso del nombre cristiano, cosas ambas muy contrarias a Dios: quien muera en esa situación se perderá también para la eternidad; tampoco aquí hay remedio” (III, 93).
José Carlos Martin de la Hoz
Martín Lutero, Escritos Políticos, edición y traducción de Joaquín Abellán, ediciones Tecnos, Madrid 2017, 173 pp.