Uno
de los aspectos más interesantes de la historia de la Inquisición
española es la escasa importancia que tuvieron estos tribunales respecto
al mundo de las brujas y de la magia comparado con la importancia que se le dio
en la Europa protestante. En ese sentido vale la pena detenerse en el trabajo
de la Profesora de la Universidad de Zaragoza María Tausiet,
acerca de la Magia y la superstición en el siglo XVI y XVI, donde se
contiene mucha documentación de Archivo.
Una
de las claves para estudiar este tema está en el sentido de la libertad
que se vivía en España y que le ayudó a superar la
verdadera plaga que tuvo lugar en Europa. Como dice Tausiet:
“Frente a las doctrinas
protestantes acerca de la predestinación y la providencia entendidas
desde un punto de vista fatalista –y no como cuidado y atención de
Dios por sus criaturas-, el Concilio de Trento había hecho
hincapié en la libertad fundamental de todo ser humano. Desde el punto
de vista católico, la gracia divina no era imperativa y discrecional,
como defendían Lutero y Calvino, sino que representaba una ayuda
sobrenatural a disposición del hombre susceptible de ser rechazada. Ello
suponía que, a la hora de actuar, la elección pertenecía
exclusivamente al individuo, concepción que chocaba frontalmente con la
creencia en la magia y su promesa implícita de dominar el universo y a
quienes lo habitaban” (pp.83-84).
Estos
planteamientos teológicos pasaron con naturalidad a la literatura como
expresión de lo que el pueblo vivía y entendía: “La postura de Cervantes en contra de la
magia y a favor del libre albedrío aparece de forma recurrente a lo
largo de su obra. Así, por ejemplo, en el episodio de los galeotes, don
Quijote expresaba su opinión sobre los alcahuetes y hechiceros
afirmando, una vez más el triunfo de la libertad individual: Bien se que no hay hechizos en el mundo que
puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre
nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce. Lo que suelen
hacer algunas mujercillas simples y algunos embusteros bellacos es algunas
mixturas y venenos, con que vuelven locos a los hombres, dando a entender que
tienen fuerza para hacer querer bien, siendo, como digo, cosa imposible forzar
la voluntad” (Miguel de Cervantes, El Ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha, ed. Anaya, Madrid 1987, Vol.I, pp.311-312)”(p.83).
Llegado
a este punto conviene recordar el combate dialéctico que tuvo lugar
entre Erasmo y Lutero. Frente al tratado de Lutero De servo arbitrio en el que negaba la libertad, Erasmo y con
él la Teología católica afirmó la libertad en el De libero arbitrio. Todavía son
de gran interés releer esas palabras.
De
hecho en el cristianismo siempre se ha vivido y respetado el principio de la
libertad para entrar en la Iglesia, y por tanto la prohibición de forzar
los bautismos. Asimismo el pueblo cristiano ha vivido con naturalidad la
libertad para no practicar. Es un hecho que Dios no castiga de inmediato,
espera nuestro arrepentimiento. Por eso pudieron darse hasta errores como el de
clérigos que acudían a la superstición (cfr. p.72).
José Carlos Martín de la Hoz
María Tausiet, Abracadabra
Omnipotens. Magia urbana en Zaragoza en la edad Moderna, ed.Siglo XXI, Madrid 2007, 235 pp.