El agobiante ambiente trans que surge por cualquier esquina y en cualquier debate, parece borrar la auténtica maravilla que supone el papel del hombre y de la mujer en el matrimonio. El desorden montado en torno al feminismo puede llegar a términos tan absurdos que es mejor mirar para otro lado para no llenarse de vergüenza.
Me ha resultado de gran clarividencia el punto de vista de un autor tan serio, tan conocido y tan valorado, sobre todo en el mundo católico, como Chesterton. Argumentos no le faltan para subrayar el papel de la mujer en su papel de esposa y madre, señora de su casa, aun cuando el marido sea también un gran experto en la educación y en la cocina.
“Nunca he entendido cómo surgió la superstición de considerar modesto el trabajo de casa y excelso el de fuera de casa. Puede haber todo tipo de razones excelentes para que una persona haga o no una de las dos cosas, pero no puedo entender cómo la tarea doméstica puede ser considerada inferior. Porque la mayor parte de los trabajos fuera de casa son bastante rutinarios, y en gran medida sucios” (p. 51).
Hoy puede haber bastantes motivos por los que es conveniente que la mujer desarrolle un trabajo fuera. Hay situaciones en las que el marido consigue un trabajo telemático y puede tener más tiempo para llevar a los niños al cole o para hacer la limpieza o la comida. Las situaciones que se dan ahora, quizá más después de la pandemia, son de tal variedad que no es posible hacer un juicio ni particular ni general. Pero lo que no se puede obviar es que el trabajo de la mujer que decide quedarse en casa para cuidar del hogar, para estar más tiempo con los pequeños, para hacer las compras adecuadas para todos los miembros de la familia, etc. es de lo más creativo y profundo que pueda pensarse.
Lo dice muy bien el autor inglés: “En su hogar, una mujer puede ser decoradora, cuentacuentos, diseñadora de moda, experta en cocina, profesora... Más que una profesión, lo que desarrolla son veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso no se hace rígida y estrecha de mente, sino creativa y libre. Esta es la sustancia de lo que ha sido el papel histórico de la mujer” (p. 53). Y ver las cosas de otra manera supone una pobreza verdaderamente lamentable, se mire como se mire.
La tendencia a unos permisos de maternidad más amplios ayuda a que la mujer pueda cumplir mejor con su papel. Los permisos de paternidad también son útiles, pero menos naturales. No es lo mismo que los niños estén en edad escolar que sean recién nacidos. No es lo mismo tener una economía que permita pagar un servicio, que tener que manejarse solos. No es lo mismo tener mamá/suegra dispuesta a echar una mano que tener a la familia a muchos kilómetros.
Todo eso modifica las costumbres y las necesidades, pero qué duda cabe que no hay ocupación más completa para la mujer que ser madre. “Me asombra la insinuación de que pueda haber algo mezquino en poner el objetivo del matrimonio en el nacimiento de un niño. En realidad, este gran milagro natural es la parte más creativa, más imaginativa y más desinteresada de todo el proceso. La creación de un nuevo ser, de un foco independiente de conciencia, de experiencia y de alegría, es un acto inmensamente más grande y divino que el mismo amor entre hombre y mujer” (p. 88).
Pocas cosas, o ninguna, hay tan grande en la tierra como la vocación a la maternidad.
Ángel Cabrero Ugarte
G.K. Chesterton, Esencia de mujer, Homo Legens 2020