En Siguiendo mi camino, Mauricio Wiesenthal explica lo que son para él la literatura y la profesión del escritor: "Un escritor es alguien capaz de transmitir una emoción" (pág.13) -afirma. "Algunos escritores actuales -decía en 2011- trabajan sin emoción y escriben con una rutina que se hace evidente en gran parte de la literatura contemporánea" (pág.372).
Afirma el autor -con evidente exageración- que "me basta con leer una página para darme cuenta de si un escritor tiene algo que decirme"; lo justifica así: "Donde no hay trabajo de estilo no hay disciplina de contenido" (pág.375). Es cierto que Wiesenthal tiene páginas con un estilo exquisito, pero todo un libro no puede ser igual. "El aprendizaje del estilo -recuerda- me resultó duro" (pág.373).
El autor explica lo que es para él la literatura: "La literatura es un arte y, por eso, su aprendizaje se hace en la vida. Ante todo es necesario vivir muchas sensaciones que alimenten nuestra memoria creativa"; "luego debemos crearnos un estilo propio para expresar lo que uno siente y encontrar un fraseo acorde con el ritmo de mi aliento [¿de mi pensamiento?] y del contenido de mis páginas" (pág.373). Es de suponer que no será igual el ritmo de las frases en la descripción de un paisaje que en el de un asesinato.
Con seguridad Wiesenthal recuerda su juventud bohemia en París, cuando dice que "hay que dejarlo todo para aprender a escribir. Trabajar a cambio de nada, sin otra ambición que la plenitud de la oración interior" (pág.376). Con la referencia a la oración interior probablemente se está refiriendo a la satisfacción que siente el autor cuando obtiene una frase que le parece perfecta, sea prosa o lírica -aunque también advierte del riesgo de que lo que me gustó ayer me pueda parecer trivial hoy.
Existe la posiblidad de que cuando habla de la plenitud de la oración interior, esté pensando en el agradecimiento al Espíritu por esa frase lograda. En este sentido el autor afirma que "estoy convencido de que a Dios le agradan ciertas obras que a nosotros nos parecen inútiles" (pág.25) -por ejemplo una obra literaria hermosa-, y recuerda como Rilke había dicho que "así es la mirada de un padre cuando contempla las obras de sus hijos" (pág.107).
Por último defiende la conveniencia para el escritor de vivir la pobreza: "Nada hay tan bello -dirá- como vivir una pobreza esperanzada y triunfante. Nunca consideré que la pobreza fuera para mí una desdicha" (pág.116); y añade que "para un escritor es mejor la libertad y el riesgo, incluso la pobreza" (pág.378).
Wiesenthal defiende que la pobreza abre la puerta a la fe (pág.24); fe en la vocación literaria, pero también fe en el Espíritu que se identifica con la libertad, la verdad y la belleza: "Cuando me dispongo a escribir rezo -dice. Pido al Espíritu emoción, calor y luz. Y antes de hablar en público o de dirigirme a mis alumnos me retiro unos minutos para hacer mi plegaria" (pág.376).
Juan Ignacio Encabo Balbín
Wiesenthal, Mauricio, Siguiendo mi camino, Acantilado 2019.
Murakami, De qué hablo cuando hablo de escribir, Tusquets, 2017.