El título con el que desembarcaron los navegantes
españoles en América y Filipinas a lo largo del siglo XVI fue la Donación Pontificia
de aquellos territorios hecha por el Papa Alejandro VI a los Reyes Católicos
mediante las Bulas Inter Coetera de 1493. Esta circunstancia histórica marcará
todo el desarrollo de la colonización poniendo el acento en la evangelización
de esos pueblos, hasta el punto de ser denominada por algunos autores como el
sentido misional de la conquista.
Esa mentalidad quedó reflejada en las
crónicas de indias. Relatos realizados tanto por autores eclesiásticos como
civiles. Una de las más famosas crónicas es la del soldado Bernal Díaz del
Castillo, a las órdenes de Hernán Cortés, que acaba de reeditar magníficamente Homolegens. La lectura de estas páginas subraya la mentalidad
evangelizadora con la que actuaron tanto los clérigos que llegaron a aquellas
tierras como los propios soldados y colonos que se instalaron allí. Así lo
expresaba con rudeza Bernal Díaz del Castillo: "Más si bien se quiere notar, después de Dios, a nosotros, los
verdaderos conquistadores que les descubrimos y conquistamos, y desde el
principio les quitamos sus ídolos y les dimos a entender la santa doctrina, se
nos debe el premio y galardón de todo ello, primero que a otras personas,
aunque sean religiosos".
Verdaderamente al hablar, como nos
corresponde ahora, de los colonizadores en general, civiles y militares,
podemos caer en el error de juzgarles tomando las actuaciones de los encomenderos
que trataron a los indios con desprecio. Efectivamente en muchos de ellos
predominaba el afán de enriquecerse, buscando un nombre y una posición
económica de la que carecían en España, un ejemplo sería la respuesta que dio
Francisco Pizarro a un fraile de su séquito que le recriminaba por el trato
inhumano a ciertos indios del Perú y le recordaba el propósito evangelizador de
la conquista: "Yo he venido a
quitarles oro". Pero también es cierto que hubo otros muchos casos de
personas que actuaron cuerdamente como Vasco de Quiroga que primero como
Magistrado, visitador y Oidor y después como obispo, puso en marcha toda una
civilización de nueva planta sobre la base de sus "hospitales",
centros de verdadera promoción humana y cristiana del indio. En el fondo de
todos ellos latía un sentido cristiano de la vida que afloraba en muchos
momentos, y no sólo a la hora de la muerte para pedir siempre un confesor.
La influencia de esos cristianos
sencillos, pero coherentes con su fe, fue decisiva para la consolidación del
cristianismo en aquellos pueblos. Desarrollaron su labor evangelizadora en una
doble vertiente, por una parte siendo el apoyo de los misioneros tanto desde la
cobertura militar como desde la perspectiva del cristiano viejo; de otra
directamente buscando la conversión del indio, aunque tendían a ejercer esa
función de modo suplente en ausencia del misionero.
José Carlos
Martín de la Hoz
Bernal DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España,aedición y notas de
Ángel Delgado Gómez y de Luis A. Arocena.
Introducción de Ángel Delago Gómez, ed. Homolegens, Madrid 2009, 949 pp.