Metafísica del quehacer educativo

 

Dentro de las muchas e interesantes pistas que proporcional el profesor de metafísica Luis Romera, en su interesante ensayo sobre la inspiración cristiana de la educación, destacaría, seguidamente, algunas aplicaciones de la metafísica a la fundamentación filosófica del quehacer educativo.

Indudablemente, el cambio de época que ha marcado la crisis del coronavirus, va a situar de aquí en adelante, la salud por delante de cuestiones tan capitales como la política, la economía, la familia y la propia educación.

En primer lugar, y sobre todo pensando que el volumen está dirigido a los directivos de la “Institució Familiar d’Educació” de Cataluña que acaba de cumplir cincuenta años de trabajo incansable en Cataluña y en las Baleares, nuestro profesor se va a detener en un concepto indiscutible: profesionalidad (32).

Evidentemente, los colegios de esta Institución, marcan un estilo y un sentido de humanismo trascendente que afecta no solo a la asignatura de religión y a las pláticas y atención espiritual, sino que aspira a ser trasversal en todas las asignaturas, modo de hablar y de comportarte: lo que se ha venido hablando de antropología del humanismo cristiano (36). Enseguida añadirá: “no estamos hablando aquí de algo accesorio, que uno puede o no alcanzar en su existencia, ni tampoco de algo importante y sin embargo sectorial en la vida, como podría ser el éxito en una iniciativa profesional. Se trata de la convicción de que la realización plena de lo humano acontece en el encuentro con Dios en Cristo” (37).

De todas formas, páginas después, añadirá incisivamente nuestro autor, pensando en la “Institució” y en otros centros educativos de esa índole “tampoco se limitan a un proyecto educativo en el que el humanismo cristiano y la fe se añaden desde fuera. Por el contrario, la fe se asume en estos centros como principio vivificador del quehacer educativo” (40).

Es interesante que nuestro metafísico además de tratar de la profesionalidad educativa, recuerde la profesionalidad de la dirección del centro educativo, el ser un buen directivo, que aplica factor humano con las personas, que posee capacidad de liderazgo y, por supuesto, sensibilidad social para hacer equipo. Inmediatamente, añadirá: “comunicación, tanto interna como externa, que refleje con naturalidad el ideario del colegio” (42).

En resumidas cuentas: “en estos colegios se transmiten valores y vida cristiana; no solamente ideas, sino también experiencia, con el máximo respeto a la libertad de cada uno de los miembros de la comunidad educativa. Se fomentan virtudes, actitudes. Se ayuda a que la persona alcance la madurez en sus relaciones y, por lo tanto, consigo misma. Y se promueve la responsabilidad social. De ahí la importancia no solo de la inspiración sino también de la vivificación cristiana” (52).

José Carlos Martín de la Hoz

Luis Romera, La inspiración cristiana en el quehacer educativo. Indicaciones desde la filosofía, Rialp, Madrid 2020, 110 pp.