Moral fundamental

 

El profesor belga Servaus Theodore Pinckaers O.P (1925-2008), profesor Ordinario de Teología Moral Fundamental de la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo, y uno de los grandes teólogos que renovaron la teología moral a finales del siglo XX, comienza su manual de teología moral fundamental, recordando que el Concilio Vaticano II, al plantear la renovación de la teología moral a la luz de los decretos y constituciones, utilizaba el mismo criterio que la famosa Escuela de Salamanca del siglo XVI: ad fontes, es decir, el eterno retorno a las fuentes de la teología, como elemento inspirador.

Por tanto, la mirada del moralista para buscar orientación e ideas renovadas, debe dirigirse siempre, en primer lugar a la Sagrada Escritura e, inmediatamente, a la Tradición apostólica, al magisterio de la Iglesia y al estrechamiento de lazos entre la moral, la dogmática, la espiritualidad, la pastoral, la filosofía y las ciencias humanas (Cfr. Decreto, Optatam Totius n. 16).

Precisamente, el éxito de la teología moral del siglo XVI, fue el de devolver a la escolástica de la época, el realismo de los problemas del momento, la unión del derecho y la teología, bajo la perspectiva de la dignidad de la persona humana, siempre fiel a su destino eterno y una insobornable ilusión por la honradez y coherencia con la verdad en el actuar humano.

De ese modo, a la moral de obligaciones, es decir, a la escueta enseñanza y recordatorio de las obligaciones propias del cristiano, se le ofrece una moral del seguimiento, del amor y de la  imitación de Nuestro Señor Jesucristo (43).

De hecho,  santo Tomas de Aquino en sus enseñanzas morales, suele ser lacónico respecto a la obligación y, en cambio, muy ambicioso al escribir sobre la felicidad, como motor de la vida moral, siguiendo en esto a Aristóteles que así lo afirma en el último libro de la Ética a Nicómaco o a san Agustín en el De moribus eclesiae catholicae III, 4,  pues para ambos la voluntad se mueve por el bien y el hombre por la felicidad (44).

Así pues, nos recuerda Pinckaers que, de hecho, una Teología moral basada en las virtudes y en la felicidad, encuentra abundantes textos de apoyo en las bienaventuranzas proclamadas por Jesús en el Sermón de la Montaña y está también muy presente en las epístolas de san Pablo (47).

De ese modo, nos recuerda Pinckaers que la caridad es el motor de la vida cristiana y la verdadera vida en Cristo,  pues como decía san Pablo hay más alegría en dar que en recibir (48). A lo que se añaden las palabras del filósofo Kierkegaard: “las puertas de la felicidad abren hacia afuera”.

El fin último del hombre, aquel que se quiere de modo absoluto y en razón del cual se quiere todo lo demás, es sencillamente, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amar a Dios. Así, terminaremos recordando con Pinckaers, que: “la moral es la ciencia que enseña al hombre el sentido de la vida” (51). Lógicamente, debemos añadir con realismo, que también esa ciencia moral nos enseña a entender el sentido del dolor y de la muerte (55).

José Carlos Martín de la Hoz

Servais Theodore Pinckaers, OP, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, su historia, ed. Eunsa, Pamplona 1988, 592 pp.