Estar movilizados podría sonar a que me han puesto en movimiento, me llevan o me traen. Pero ahora tenemos el efecto contrario con el móvil. Estamos paralizados por el móvil. Aparentemente es un medio de comunicación que me permite estar en muchos sitios, pero la verdad es que me ata. El efecto más habitual es que me está dominando. Si preguntamos  por ahí a cualquiera sobre esta esclavitud la negarán. “Yo domino perfectamente el aparatito”.

Es de gran utilidad la experiencia del control. Entrar en la aplicación que nos dice, con minutos y segundos, el tiempo que hemos dedicado al móvil al cabo del día. Cuánto a los wasaps, cuanto al correo, cuanto a los vídeos que me ha enviado no sé quién, cuanto a buscar el tiempo me llevará ir a este sitio, o cuanto tarda en llegar el bus. Es apabullante. La cantidad de veces que he utilizado el móvil, el tiempo que he dedicado a este chisme. Horas.

Hace 15 años esas horas las dedicábamos a otros asuntos. Había gente que iba leyendo en el metro. Llegábamos a casa y estábamos más asequibles para los demás, más serviciales. Leíamos un buen libro, y al mes empezábamos otro. Teníamos menos problemas para estar con los hijos. Ahora siento que me atosigan y me impiden contestar a estas ocho conversaciones abiertas en el wasap, que me interesan mucho porque están organizando no sé qué cosa…

Y me han enviado unos vídeos, de cosas variopintas y casi siempre inútiles. Y me siento en la obligación de enviarlo a no sé quién, porque le gustará mucho esta historia o este chiste. Pero es que este otro vídeo dura 10 minutos. Debería borrarlo sin más, no puedo perder ese tiempo. Pues voy y lo pierdo y, sí, fue interesante, pero no es algo que me arregle la vida.

Acabo de llegar a casa y veo que ha entrado ese correo... No me queda más remedio que leer lo que me dice, porque es una cuestión urgente de trabajo, a ver si consigo contestar… Y resulta que en lugar de estar en las cosas de la casa, en lugar de saludar tranquilamente a los hijos, a mi esposa, pues estoy en el pasillo, atascado, necesitado de actualizar todas las bobadas -en su momento no las llamaríamos así- porque si no pensarán que no me interesa.

¿Cuántas veces te has propuesto terminar con semejantes pérdidas de tiempo? ¿Nunca? Pues tienes un problema gordo. Has cambiado tu jerarquía de valores. Antes estabas en lo que hay que estar, ahora estás en simplezas o, al menos, en cuestiones efímeras que podrían resolverse en un ratillo al final del día, en el caso de que tuvieras tiempo.

Nos han estropeado la vida. Y esto sin contar todas esas gentes, con frecuencia  jóvenes e incluso niños, que se dedican a ver frivolidades o, directamente, pornografía. El sistema, la tecnología, está destrozando la vida de miles y millones de personas. ¿El sistema o la tecnología es malo en sí mismo? No, pero ha desviado trágicamente nuestra vida.

Volver a las prioridades. ¿Qué es lo más importante en mi vida? Hemos de ser capaces de controlar nuestro tiempo. En la medida en que yo sepa controlar al móvil, en la medida en que vuelva a dedicar mi día a lo verdaderamente importante, estaré en condiciones de ayudar a otros. A quienes tengo a mi alrededor. Y me daré cuenta de que tengo a uno de los hijos en su habitación, con la puerta cerrada, y no sé si está estudiando o está totalmente perdido.

Y seré consciente de cuántas cosas estupendas puedo hacer cuando tengo un rato tranquilo de descanso. Pero necesito esa conversión, dejar de lado ese mundo que me esclaviza.

Ángel Cabrero Ugarte