La lectura tan interesante de Aventureros del Nuevo Mundo de Javier de Navascués me animó a visitar de nuevo el Museo de América, en la Ciudad Universitaria de Madrid, con un amigo al que había recomendado el libro. Habían pasado bastantes años desde la última estancia –tras un intento fallido por encontrarlo cerrado– y se notaba la mejoría después de las obras de remodelación y de modernización.
A lo largo de la visita, me topé con información sobre algunos de los protagonistas del libro del profesor Navascués, entre la abundante exposición de objetos variadísimos de antes del descubrimiento y de después: cuadros, esculturas, joyas, tapices, vestidos, utensilios del hogar, rituales, de la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca, armas, cartografía y un larguísimo etcétera; procedentes, además, tanto de América Central y del Sur como del Norte. Una visita que merece la pena, por esto, me llamó la atención que, en aquella mañana de domingo, el público era más bien escaso, si lo comparamos con lo que suele suceder en otros museos de la capital. Quizá influyera también que era una mañana de febrero soleada y primaveral que invitaba al paseo y a disfrutar de la naturaleza.
En el Museo, abundan los paneles con interesante información sobre los primeros pobladores de aquel continente y la evolución a lo largo de la historia. En este punto, me llamaron la atención unos datos sobre el porcentaje de indios, negros y blancos hacia la mitad del siglo XIX: mientras que, en la América hispano-portuguesa, los indios eran mayoría en comparación con los negros y los blancos, en cambio, en la América de dominio anglosajón ocurría todo lo contrario, pues los blancos superaban notablemente a negros y a indios. Me dio que pensar.
Luis Ramoneda