Días atrás escuchaba una conversación acerca de la alimentación infantil y se tachaba de inmorales a aquellos padres y madres que proporcionan a sus hijos alimentos procesados y chucherías varias. Se me ocurrió observar que aquello no tenía nada que ver con la moral y conseguí la unanimidad en contra: Sí, para ellos aquello sí tenía que ver con la moral.
Alguno me recordó el sufrimiento de los animales cuando son sacrificados; otro afirmó que la delincuencia deriva de una mala alimentación; otros me hablaron de la anorexia y la bulimia como un suicidio; otros, en fin, observaron la inmoralidad de los padres que permiten que sus hijos coman de capricho, engordando innecesariamente y atentando así contra su salud. Sugerí que aquello iría más contra la formación del carácter - un carácter indisciplinado- que contra la moral.
En la actualidad el sistema educativo ha excluído la mención de los principios religiosos para no molestar a los no creyentes, pero insiste en lo malo que es fumar y recomienda a los alumnos que comprueben la composición y calorías de los alimentos envasados. Al fin y al cabo se trata de datos obtenidos científicamente que no se pueden refutar, pero lo que más me sorprendió fue la convicción con la que se expresaban mis interlocutores: No creen en Dios, pero creen en la dietética.
Señalé que había conductas que podían ser poco éticas pero no inmorales; la repregunta fue sobre la diferencia entre ética y moral. Respondí como pude, pero no convencí a nadie. Pienso que puede haber una moral de tipo religioso, distinta para las diferentes religiones; una moral natural, que viene a coincidir con el Decálogo, una ética civil que los romanos definían como: "Vivir honestamente. No perjudicar a los demás. Dar a cada uno lo suyo". Hay una moral de tipo cultural, que viene definida por la opinión mayoritaria. También podríamos hablar de la ética de Jesús, que es la del Monte de las Bienaventuranzas, e incluso de una moral judicial y legal, contenida en el Código Penal y en la jurisprudencia.
Digamos que la ética es el objetivo y la moral el mínimo exigible. Si yo hablo a los jóvenes de moral ellos entienden que me refiero a una moral religiosa, pero ellos la han sustituído por una moral de tipo cultural, más moderna y que les convence más.
La pregunta es quién les va a enseñar todas estas cosas. ¿En las clases de religión? No lo creo. ¿En la catequesis o en la predicación? Nadie da lo que no tiene. Los primitivos cristianos contaban con filósofos, maestros y sabios, pero ahora ¿qué tenemos? Su Santidad Benedicto XVI intentó que los cristianos fuéramos capaces de dar razón de nuestra fe, pero, como leémos en las Sagradas Escrituras: "¿Quién ha escuchado tu palabra?" (Jer. 23,16).
En la Iglesia primitiva la catequesis se realizaba con el libro del Eclesiástico, un libro sapiencial, pero parece como si hubiéramos descendido muchos escalones en el conocimiento de todo lo que se refiere a nuestra fe; ahora la polémica versa sobre si se puede o no bendecir a las parejas del mismo sexo y se emplean en ella con el mismo entusiasmo con el que otros defienden la dietética.
Juan Ignacio Encabo Balbín