Estas palabras tomadas del evangelio de Marcos (Mc 2, 1-2), marcan el inicio de un magnífico trabajo del profesor de Nuevo Testamento Julián Carrón (Navaconcejo, Cáceres, 1950), que tuvo la responsabilidad de guiar Comunión y liberación desde 2005 hasta 2021.
Indudablemente, el impacto de la presencia de Cristo en cada hombre y en las culturas y civilizaciones, en cada tiempo y en tantos lugares del mundo (18) hace que de esa interpelación hayan brotado tantos frutos de santidad a lo largo de la historia y también, por el alejamiento y la indiferencia, mediocridad.
Es muy interesante que una civilización cristiana como la nuestra al perder en sentido de la revelación tanto oral como escrita haya devenido en ideología, paquete de ideas, conjunto de creencias, etc. La propuesta de Carrón y de Comunión y Liberación es clara: volver a desafiar con fuerza el corazón del hombre, cada hombre, cada día (27). En muchos momentos de este libro nos creemos trasportados a la primera cristiandad y a la difusión del evangelio por toda la tierra a través de los impactos de muchas vidas que se encienden en el acontecimiento de Cristo resucitado (64) o que se trasforman ante la figura atractiva de Jesucristo, pues verdaderamente “atraer es el arte de Dios” (121), y es real que: “la belleza de Dios se impone”. Los discípulos “lo reconocían y lo volvían a reconocer” (125).
Muchas veces la figura de Luigi Giussani (1922-2015) fundador de Comunión y Liberación, se hace presente en las páginas de este libro. Su interpelación diaria a vivir y estrenar el enamoramiento de Jesucristo se sigue contagiando en el seno de Comunión y Liberación y se trasmite a los compañeros de estudios, de trabajo, de la vida: en el hogar, en la Universidad, en la calle: “El camino a la verdad es una experiencia” (130).
Es muy interesante la pregunta planteada: “¿Tiene Dios libertad para consentir el mal?” (141). Indudablemente, quienes somos nosotros para meternos en la mente de Dios y responder. Pero, Carrón acierta al responder en términos clásicos: Dios respeta nuestra libertad porque valora y aprecia nuestra libertad, sin la cual ni damos gloria a Dios ni podemos responder al acontecimiento del encuentro con una vida bien enamorada (147). Asimismo, conviene detenerse en el problema de la “posible arbitrariedad divina” (154) que ya planteó Guillermo de Ockham. La respuesta es clara: El amor redentor de Jesucristo fue universal y personal: la justificación está realizada y está por aplicar a las diversas generaciones que serán libres para aceptarla o rechazarla. Pero, la clave de este trabajo es no conformarse con estar en la Iglesia sino ser de Dios (155).
Pilar Rahola preguntará “¿Dios sigue fascinando?” (165) y Julián Carrón dirá: “si con condiciones”. Culturalmente requiere volver a ser presentado. “Cuando el cristianismo es fascinación en los cristianos entonces es atractivo (168).
José Carlos Martín de la Hoz
Julián Carrón, No hemos visto nada igual. La trasmisión del cristianismo hoy, BAC popular, Madrid 2025, 238 pp.