Recuerda
Vicente Cacho, uno de los mejores especialistas en la historia de de la cultura
española de comienzos del Siglo XX, que para Ortega la tarea primordial
de los intelectuales de su generación era "crear a la vuelta de
los años de estudio fuera de España que bastantes de ellos
habían emprendido, un clima científico que sirviese de base
sustentadora a una transformación espiritual colectiva" (p.50).
Efectivamente,
la tarea comenzada por la Institución Libre de Enseñanza,
tuvo en Ortega y Gasset uno de sus más
importantes baluartes: "Francisco Giner de los
Ríos acertó a ver en Ortega el continuador esencial, antes
incluso que los discípulos inmediatos, de su empeño por implantar
en España la moral de la ciencia como fundamento de un nuevo
patriotismo" (p.53).
El
problema más importante que se planteaban todos los intelectuales del
momento, fueran del signo político que fueran, era el alto índice
de analfabetismo que había en España, y –como consecuencia-
la gran distancia entre la minoría cultivada y la gran masa de la
población. (cfr. pp.58-59).
Así
la llegada de la
II República tuvo una acogida de esperanza e
ilusión, como motor del impulso de la cultura, pero al poco tiempo, sus
mejores esfuerzos se vieron comprometidos por una política
económica compleja y necesaria, por unos partidos políticos que
buscaban primariamente sus intereses y por un anticlericalismo que
dividió y tensionó a la sociedad. Por eso Ortega, desde 1932,
calló: "Su actitud de alejamiento moral voluntario de la escena
pública española, con tal de no contribuir un ápice a la
radicalización imparable" (p.62).
Bien
es verdad que las estructuras económicas del país
requerían una transformación urgente, y que no bastaban las
medidas de solidaridad y caridad que llevaban a cabo tanto la Iglesia como
otras muchas personas de buena voluntad. Por eso la propia tarea educativa
estaba mediatizada por la dura realidad: "Como a tantos pensadores
destacados de la generación europea de 1914, lo que le interesaba a
Ortega eran los valores intelectuales y morales, nunca primordialmente los
factores económicos y sociales" (p.91).
Ortega
no alcanzó a captar de fondo el catolicismo, pues como decía
Vicente Cacho comentando una de las frases más citadas de Ortega:
"’Cuanto más respeto siento hacia la Religión,
más desdén siento hacia el catolicismo’. Estamos ante un
caso arquetípico del enfrentamiento entre moral científica y
confesionalidad religiosa, que el paso del tiempo serenó en sus formas,
aunque no en su planteamiento de fondo" (p.82).
Es
interesante recordar la esperanza de Ortega y de muchos de sus
contemporáneos: "Ortega espera que los hombres capaces de saber
hacer España salgan de su generación, al ser la primera que de
forma generalizada había ampliado estudios en países más
adelantados" (p.122). Una esperanza que tenía sus límites,
pues el tiempo ha demostrado que las soluciones deben partir de las personas,
no de los países.
José Carlos Martín de la Hoz
Cacho Viu,
V. (2000) Los intelectuales y la política. Perfil
público de Ortega y Gasset, Madrid, Biblioteca Nueva
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6783