La filósofa malagueña María Zambrano (1904-1991) redactó en el exilio, en Puerto Rico, en 1958, el interesante ensayo, que ahora deseamos comentar brevemente, acerca del concepto de persona humana en la democracia. Su pasión por la libertad aletea en estas páginas, también acompañadas con el recuerdo de una España secuestrada por el franquismo que comenzaba planes de desarrollo para engancharse al tren de una Europa en pleno crecimiento y expansión.
El arranque del libro no puede ser más optimista: una llamada a ser protagonistas de la historia no meros espectadores de la misma (12). Enseguida, se referirá a la crisis mundial y, en concreto, a la crisis económica de España, llamada a despertar las conciencias (47) y, sobre todo, superar la crisis del modelo del “progreso indefinido” que había sido abruptamente interrumpido con las guerras mundiales (50).
En el núcleo del libro está la visión de Dios orteguiana asimilada plenamente por Zambrano: debería pasar del concepto de Dios del deísmo, es decir de un Dios ausente, a un Dios personal, al que se le puede pedir razones de su condición y su providencia, porque se puede establecer una relación con Él (52). Pero, simplemente añadirá: “ha llegado la hora del conocimiento: lo cual implica la conversión de la historia trágica en historia ética aquí en Occidente” (62).
Enseguida abordará la confluencia del Antiguo Testamento con la filosofía griega en el cristianismo. Esta conjunción la conocemos actualmente como la dignidad de la persona humana, clave de toda la antropología cristiana. Este concepto lo expresa a su aire y cos sus palabras nuestra pensadora: “La razón, ha atravesado el cristianismo se ha insertado en él, se ha combinado con él de diversa manera” (85).
Inmediatamente entrará en la cuestión del endiosamiento, pues la relación con Dios es de identificación, de amor: “Para querer hay que estar despierto, tener conciencia, usarla, pensar” (97). Para añadir: “todo endiosamiento requiere una víctima y una complicidad” (101).
También hablará de crímenes, de errores, pues esa es la vida humana, como narra la primera guerra civil entre Caín y Abel (103). Es más, afirmará: “el hombre occidental, embriagado del afán de crear, quizá ha llegado a querer crear desde la nada, a imagen y semejanza de Dios. Y como esto no es posible se precipita en el vértigo de la destrucción” (106). La persona es moral: “verdaderamente humana cuando porta dentro de sí la conciencia, el pensamiento, un cierto conocimiento de sí mismo y un cierto orden (…). Y el amor es siempre delirio” (114).
Es interesante y paradigmática la crítica al absolutismo de Felipe II, pues trasluce el pensamiento del momento. Es claro que no había entendido ni el pensamiento político ni el pensamiento cristiano del monarca (124).
José Carlos Martín de la Hoz
María Zambrano, Persona y democracia, Alianza editorial, Madrid 2022, 226 pp.