La lectura de En estado de gracia (Renacimiento, 2021), el último poemario de Carmelo Guillén Acosta (Sevilla, 1955), ha sido para mí una prueba más del enriquecimiento con que nos premia la buena poesía. El poeta se asoma a la vida y nos anima, desde el comienzo ("Mira afanoso el mundo"), a permanecer y a analizarla con una mirada diferente de la relativista y nihilista hoy tan asentada y acomodaticia, por lo menos en la cultura occidental. Es una invitación a la osadía, para descubrir la grandeza de lo sublime de lo cotidiano, la trascendencia, la relevancia del hoy y ahora, el único momento en el que la felicidad es posible.
Con esta perspectiva, se recupera la capacidad para el asombro y la necesidad de la contemplación, para ir al encuentro de lo sagrado, de lo eterno, "del amor de Dios, cuyo ejercicio // descubro sin cesar en este mundo // al ritmo acompasado de mi vida." Para esto, se requiere el silencio y la escucha, ser receptivos a la gracia para alcanzar la armonía, pero precisamente a través de "estas cosas tan corrientes, // tan dadas a pasar inadvertidas."
En la segunda parte del poemario, se da un paso más, porque la invitación de la primera sección solo deja su huella y se manifiesta en el amor, que lleva a la donación ("el camino más corto para alcanzar la vida"), porque "tener a quien querer y que me quieran" se identifica con la eternidad. Llegados a este punto, en los últimos poemas de esta sección, las referencias a Jesucristo y a su doctrina son más explícitas y muy coherentes con el contenido de los poemas precedentes. En la tercera parte del libro, figura un único poema titulado "La gratitud".
Poemas que merece la pena leer y releer con pausa, sumidos en el ritmo de los versos y en su hondura.
Luis Ramoneda.
Carmelo Guillén Acosta. En estado de gracia. Renacimiento, 2021.