Se puede decir a estas alturas, con bastantes datos, que la adición a la pornografía supone el daño más grave presente en nuestra sociedad, en infinidad de hogares, con un porcentaje altísimo de temas vistos. Lo advierten todos los expertos, pero los padres están, en un porcentaje muy alto, en la inopia. ¿Cuántas veces se les ha advertido del daño que hacen los móviles a sus hijos?
A sabiendas de la gravedad de la situación, son muchos los expertos que publican artículos, intervienen en programas, dan conferencias, para advertir de esta pandemia, con daños mucho más graves que el COVID. Pero no se enteran los padres, lo que hace pensar que muchos de ellos no tienen preocupación por la educación de sus hijos. Su cometido, al parecer, es que los niños estén contentos, felices con sus manías, sus caprichos y sus diversiones.
El doctor Miguel Ángel Martínez-González, médico, especialista en medicina preventiva y salud pública y profesor universitario, escribe un libro de gran interés para advertir de estas tendencias tan presentes en la sociedad actual y que tanto daño hacen.
“Hoy si examinamos obviamente nuestra sociedad, podemos ver que todo tipo de adicciones se están extendiendo como una epidemia: el alcohol, las drogas, comer en exceso, no comer, el juego, internet, el sexo y la pornografía. La adicción es una pérdida de libertad. La persona se ve atrapada en un círculo vicioso de búsqueda de gratificación a través de un medio que le proporciona la falsa apariencia de gratificación, solo para arrojarle a una necesidad y dependencia aún mayores”[1].
La adición es una pérdida de libertad. Si hay adiciones es porque hay aspectos de la vida que son atrayentes, producen un cierto placer, pero son destructivos en el momento en que la persona se encuentra atada, totalmente predispuesta a seguir y seguir en esa tendencia. Pero si además son predisposiciones en sí mismo inmorales como es la pornografía, se podría decir que son diabólicas. La adición a la pornografía se da entre jóvenes y menos jóvenes. Entre hombres, pero también entre mujeres. El daño que produce es incalculable.
“El núcleo del problema es que la pseudogratificación que se logra con cada exposición pornográfica no solo no calma la sed y la apetencia que llevó allí al adicto, sino que la aumenta. Eso es lo que hace que vender adicciones sea un negociazo. Produce sed, pero proporcionará agua salobre. Un engaño. No solo no saciará esa sed, sino que la aumentará todavía más. Hay un círculo vicioso garantizado”[2]. Siempre se va a más, esta es la cuestión. El daño es descomunal, y los expertos de la salud saben hasta qué punto.
“En este contexto, se entenderá bien que darles a los niños teléfonos móviles inteligentes fue la mayor afrenta a la inteligencia en el siglo XXI. Cuanto más se retrase ese regalo, mejor. Hoy hay que esperar muchos años antes de darles un teléfono móvil. Hay que resistirse a la presión. No se puede ser blandengue. Que todos los de su clase ya lo tengan es un argumento que no se sostiene. Seguir al rebaño que se despeña no es precisamente lo más inteligente”[3].
¿Cómo puede haber todavía padres tan irresponsables que no se hayan enterado?
Ángel Cabrero Ugarte
[1] Miguel Ángel Martínez-González, Salmones, hormonas y pantallas, Planeta 2023, p. 132
[2] Ídem.
[3] p. 133.