Principios de moral luterana

 

El pensamiento luterano, como es conocido, está dominado por la idea de la justificación por la sola fe y no por las obras humanas del cristiano y, por tanto, estará centrado en la identificación con Jesucristo y vendrá marcado por el rechazo a cualquier participación del hombre en la obra de su salvación (365).

Además, para Lutero como para cualquier estudioso procedente del nominalismo, los conceptos de el bien y el mal, no tienen existencia entitativa en nuestros actos, pues solo hay bondad en un acto humano cuando Dios lo acoge como correspondiente a su ley y hay maldad cuando sencillamente se opone a la ley arbitraria de Dios.

Llegado a este punto, hemos de recoger lo que señalaba el dominico belga Servais Theodore Pinckaers (1925-2008), profesor Ordinario de Teología Moral Fundamental de la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo, y uno de los grandes teólogos que renovaron la teología moral a finales del siglo XX,  acerca de las conclusiones que de estos principios se derivarán consecuentemente en el seno de la teología moral protestante: que la justicia en el hombre es extrínseca, pues no procede del interior del hombre, sino como don de Dios; que no existe el concepto de gracia santificante y transformante que llega al alma con los sacramentos y, por tanto, en el luteranismo no tendría sentido hablar de santificación; la mística sería una obra humana y la teología sería un esfuerzo vano (367).

Por otra parte, hay que subrayar en seguida que en Calvino: “las obras buenas son la expresión del reconocimiento del creyente para la salvación previamente dada en la fe y aceptará por entero al tercer uso de la ley” (366).

Así pues y siguiendo la posición del nominalismo de Guillermo de Ockham, nos dirá el profesor Pinckaers que: “para el protestantismo el acto de fe es el acto libre más puro, el acto que hace libre al hombre en el instante mismo en que se realiza” (368).

Inmediatamente, los luteranos negarán la integración de las virtudes humanas en el seno de la moral cristiana, así como cualquier lucha ascética, esfuerzo por examinarse, dirección espiritual y, en definitiva, el crecimiento del organismo sobrenatural.

Finalmente, recordemos que respecto a la moral económica hay un acuerdo en las cuestiones básicas contra la usura y el enriquecimiento ilícito, entre Lutero y los escolásticos salmantinos del siglo XVI, como se puede comprobar en su Escrito sobre el comercio y la usura de publicado en 1524 y que recoge la doctrina que había enunciado en los dos famosos Sermones sobre la usura de 1519 y 1520.

Lógicamente, la argumentación de Vitoria y sobre todo de Domingo de Soto será mucho más rica, pues sus argumentos estarán no sólo basados en la Escritura y el sentido común cristiano, sino en la aportación de la teología de Santo Tomás de Aquino y la fundamentación filosófica que él posee, además de otros maestros y del magisterio y los padres de la Iglesia.

José Carlos Martin de la Hoz

Servais Theodore Pinckaers, OP, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, su historia, ed. Eunsa, Pamplona 1988, 592 PP.