Procesiones y playas

 

Vemos ya cerca la Semana Santa y a estas horas muchos tienen bien planeadas las vacaciones, si es que toca. Como no hay clases en los colegios y universidades, la tendencia es a salir de viaje en esos ocho o diez días disponibles. La cuestión sería considerar, si estamos a tiempo, cual es el destino más adecuado para esos días.

Es una semana santa. Parece obvio, pero no lo es para todos. Muchos se olvidan. Incluidos a veces católicos practicantes. Dejan de lado lo sagrado para centrarse en el descanso. Viajes al extranjero, días y días en la playa, si la meteorología acompaña, o unos espléndidos días de esquí, si por fin la nieve se mantiene.

En muchos de esos casos es fácil que se deje de lado la “santidad” de la semana. Es triste, pero se deja de lado la semana más profundamente cristiana del año, para elegir, casi sin pensarlo dos veces, el descanso y la diversión. Se olvida lo esencial por un cierto egoísmo, excusable sin duda, porque hay cansancio acumulado. Pero esas decisiones manifiestan como, en gran medida, en nuestro país se pierde el sentido de lo trascendente, de lo verdaderamente importante.

Sin duda pensarán algunos, no pocos, que los dos aspectos de esas vacaciones son reconciliables. Si en el sur, en la costa andaluza, hace suficiente temperatura, se puede disfrutar de la playa sin perder de vista que el Jueves y el Viernes Santo hay que asistir a los oficios correspondientes. Y es verdad, pero también nos damos cuenta de que, en gran medida, es ir a lo mínimo para cumplir, porque habiendo playa y buen tiempo lo que tira es tomar el sol y bañarse.

Precisamente en Andalucía es más fácil compaginar las dos cosas, porque se puede participar en los oficios de cada día, pero además se puede asistir a tantas procesiones espléndidas en diversos lugares. La cuestión última es cual es la actitud, o sea, en qué consiste la Semana Santa, qué suponen para un cristiano esos días sagrados. Porque si nos descuidamos resulta que, en el mejor de los casos, pensamos en asistir a los oficios y punto.

La otra opción es situarse con seriedad en todo lo que suponen esos días en la vida de un católico practicante. Y, precisamente en España, es, seguramente, el país en donde hay más tradición de celebración piadosa de los misterios de la Pasión y Resurrección de Cristo. Hay muchos lugares donde se puede asistir a unas procesiones conmovedoras. Eso ayuda.

Tiene mucha fama Sevilla, pero tiene también el peligro de que la muchedumbre impida de algún modo la piedad. Pero en ese mismo entorno hay procesiones espléndidas en Málaga, en Córdoba, en el Puerto de Santa María, y tantos otros sitios, con pasos procesionales imponentes y menos barullo de multitudes.

Pero en otras partes del país, especialmente en Castilla, hay procesiones muy célebres como las de Valladolid o Zamora, por poner ejemplos bien conocidos. Pero en cada capital castellana se encuentra ese ambiente piadoso, lleno de arte, que ayuda a centrarse.

En el fondo la cuestión es qué pretendemos en Semana Santa. Pueden ser días de descanso, pero ante todo deben ser días sagrados.

Ángel Cabrero Ugarte.