Programados para crear

 

En este interesante trabajo de investigación elaborado por el catedrático de matemáticas de la Universidad de Oxford y especialista en inteligencia artificial, Marcus du Sautoy (Londres 1965), se narran de modo exhaustivo y, a través de ejemplos de la vida cotidiana, cómo han ido avanzando los programas para ensanchar las posibilidades de la inteligencia artificial desde los ábacos de la antigüedad hasta los modernos programas u app que convierten a un sencillo ordenador en campeón del mundo de ajedrez o en una perfecta mascota.

Precisamente, la comparación entre la inteligencia natural y la inteligencia artificial ha sido el motor a través del cual la artificial ha ido aprendiendo de la natural hasta aprender con tal agilidad que se ha constituido en líder indiscutible en muchas cuestiones que antiguamente resolvían mejor los hombres.

Nuestro autor muestra en este trabajo sin espavientos, ni miedos, ni recursos a catastrofismos que los mejores programadores son los hombres y que, por tanto, siempre sabremos donde está el truco para poder dominar el ordenador y usarlo en beneficio de la humanidad.

Lo más interesante, por tanto, de este trabajo no es la comparación entre la inteligencia natural y la artificial, sino la profundización en el concepto de la creatividad humana (12) y si es posible atisbar en las máquinas algún atisbo de creatividad. Aquí está, para nuestro autor, el verdadero límite y el momento necesario para aplicar las necesarias correcciones éticas y asegurar que la inteligencia artificial esté siempre al servicio de la dignidad del ser humano y del bien común de la humanidad.

En cualquier caso, los avances presentados por nuestro autor muestran que el hombre ha sido programado por Dios para crear y, precisamente, cuando el científico tiene fe, posee un grado más alto de complicidad con el creador y puede todavía desarrollar más aun el don de la creatividad puesto por Dios en nuestros corazones. Dios ha puesto al hombre en medio de la creación: “ut operaretur” (Génesis 2,15).

En la segunda parte, el autor da un paso más atrevido y se adentra, desde el punto de vista matemático y científico, a lo que es o no es una obra de arte (129), tanto de la literatura, pintura y música: “la fórmula para escribir canciones” (261).

La propuesta realizada, por el ángulo escogido, como es lógico, nunca será plenamente aceptada por todos, primero porque sobre gustos no está todo escrito, segundo porque en el arte y en la educación de la sensibilidad, hay mucha metafísica y estética por descubrir y, finalmente, porque la propia herramienta utilizada, no puede ser otra que copiar y, copiar en arte, siempre empobrece (134). Nunca una copia superará al original más que con un original con más alma todavía y eso es lo que le falta a la máquina; la genialidad: el alma de la creación artística siempre quedará reservada para los más sensibles y formados. La hipótesis de que las máquinas se vuelvan conscientes la había propuesto Wittgenstein y había concluido que sería ininteligible (373).

José Carlos Martín de la Hoz

Marcus du Sautoy, Programados para crear. Cómo está aprendiendo a escribir, pintar y pensar la inteligencia artificial. Ediciones Acantilado, Barcelona 2020, 404 pp.