Es algo que se preguntaba Fabrice en un libro de hace ya unos cuantos años en el que detectaba unos modos de actuar en muchas familias, padres, madres, que manifestabanHadjadj planteamientos de fondo equívocos, errores que terminan siendo dañinos para el propio matrimonio y, desde luego, para los hijos. Este autor, procedente de familia judía pero católico, con familia numerosa, observa en nuestra sociedad unos modos de hacer, en el ambiente familiar, que lleva a errores y mal entendidos.
Escribía en aquel libro: “Considerar la familia solamente a partir del amor, de la educación y de la libertad, fundamentarla en el bien del hijo en tanto que individuo, y no en tanto que hijo, y en los deberes de los padres en tanto que educadores, y no en tanto que padres, es proponer una familia que ya está desfamiliarizada” (p. 30). Palabras que pueden desconcertar en una primera lectura superficial, pero que deben hacer pensar.
Es decir, nos está sugiriendo que pensemos qué es exactamente una familia. Él, sin duda, tiene una idea bien pensada, a partir del amor a su esposa y la cercanía de seis hijos. Está pensando, él como padre, “yo no estoy aquí para producir unos personajes que tienen que llegar a esto o lo otro”. Ante todo, son sus hijos; de él y de su esposa. Son una familia. Hay unidad, un empeño de ser todos juntos.
“El amor familiar es esencialmente un amor sin preferencia. No depende de la elección ni de la comparación. Esto vale especialmente para la relación entre los padres y los hijos (…). El amor de padres e hijos se fundamenta en la filiación misma, y no en afinidades electivas” (p. 38). Eso lleva a un empeño de unidad, de amor palpable entre todos, independientemente de que luego cada hijo tendrá su camino.
Hay una tendencia a priorizar los estudios, a tener un plan profesional del hijo, como si fuera el padre o la madre quien tenga que decidir. Y se mandan los hijos fuera de casa, un año en un lugar de habla inglesa, por ejemplo, porque para su futuro profesional será indispensable que hable inglés. Pero habría que hacerles ver a esos padres que su obligación es cuidar una familia unida, antes que su educación más o menos especializada.
“El padre no puede hacer del hijo una criatura suya e intentar valorarlo según su propia escala de valores: debe acogerlo como un misterio. Asimismo, como esta autoridad responde al don de la vida, se despliega esencialmente en la afirmación de que es bueno que el hijo exista, de que él está contento de que haya nacido (…), de que no es vana su llegada al mundo, sino que es un acontecimiento inconmensurable” (p. 41).
Agradecimiento a Dios por el don recibido y dedicarle la vida, a cada uno de sus hijos, a la familia. Con unidad, con ejemplo, con ambiente de piedad, y con libertad absoluta en el momento en que tenga que elegir.
“¿Qué es, por tanto, una familia? Podemos vislumbrarlo a partir de lo que ya hemos dicho: la familia es el cimiento carnal de la apertura a la trascendencia. La diferencia sexual, la diferencia generacional y la diferencia entre esas dos diferencias nos enseñan a volvernos hacia el otro en tanto que otro” (p. 44).
El cimiento de la apertura a la trascendencia. Eso es lo esencial y lo que deben cuidar el padre y la madre con mimo, con detenimiento, con ejemplo, para construir bien las vidas de los hijos.
Ángel Cabrero Ugarte
Fabrice Hadjad, ¿Qué es una familia?, Nuevoinicio 2015