Se encuentran dos ratones en la Filmoteca Nacional y uno le pregunta al otro:
–¿Qué película estás comiendo?
–"El doctor Zhivago".
–¿Y qué te ha parecido?
–Me gustó más la novela.
Acercarse a una biblioteca tiene cierto aire de aventura. Uno puede acudir en busca de un libro determinado, lo encuentra, lo saca y se va tan contento. Pero puede suceder que el texto buscado no esté, porque no lo tienen o porque otro lector lo ha sacado y no se dispone de más ejemplares. También puede ocurrir que uno no vaya a buscar una obra concreta, sino a intentar encontrar algún libro interesante. En ambos supuestos, se inicia la aventura de indagar y elegir, a menudo con bastantes dudas antes de decidir qué se lleva uno a casa.
Se ha publicado y se publica muchísimo, desconocemos a la mayoría de los autores y, por tanto, tampoco podemos valorar sus textos, por lo que siempre queda la pregunta: "¿me estaré perdiendo una obra importante, valiosa, por falta de información y de conocimientos?". Sin embargo, suele haber algunas pistas que pueden orientarnos. Pienso que una de las más valiosas la ofrecen las editoriales, porque unas nos merecen más confianza que otras; otras, los libreros expertos, que conocemos y nos conocen, y siempre los amigos lectores.
Un caso concreto, para mí, es la colección Letras Hispánicas de Cátedra. Suelen ser textos bien seleccionados, con introducción y notas solventes, a cargo de especialistas, y, además, abarcan todas las épocas de la literatura en lengua castellana. Gracias a esto, he descubierto auténticas joyas, sobre todo de escritores hispanoamericanos aquí menos conocidos y, concretamente, de dramaturgos, campo, el del teatro, en el que me parece que la desinformación sobre autores del otro lado del Atlántico es mayor que en el caso de la narrativa e incluso que en el de la poesía.
Y así, hace ya algunos años, descubrí El puente (Cátedra, 2014) del argentino Carlos Gorostiza (1920-2016) y, más recientemente, El gesticulador (Cátedra, 2004) del mexicano Rodolfo Usigli (1905-1979), que subtitula pieza para demagogos en tres actos, escrita en 1938, pero que no se estrenó hasta 1947, aunque, a partir de entonces, se ha representado por todo el mundo. Se trata de un texto pionero de un teatro que se puede calificar de genuinamente mexicano. Parecerá paradójico, porque, aunque inmerso en la historia, en la idiosincrasia, en las costumbres y en la realidad mexicana revolucionaria y postrevolucionaria, el texto tiene valor universal, porque aborda cuestiones que lo son: la verdad y la mentira, las intrigas de la política, la ambición, el poder, el miedo, el caciquismo, la justicia, etc. Una tragedia en tres actos en la que se palpa que Rodolfo Usigli es un gran dramaturgo, en quien influyen Shaw, Ibsen, Pirandello, entre otros autores, y en la que se reflejan sus ideas y reflexiones sobre el teatro.
Luis Ramoneda