Reilusionar a los educadores

 

Resulta de un gran interés que el Santo Padre Francisco haya querido titular “Praedicate Evangelium” a la Constitución Apostólica sobre “La Curia Romana y su servicio a la Iglesia en el mundo” de fecha 19 de marzo de 2022, con la que la Santa Sede desea llevar a cabo la reforma de la santa Sede en servicio de la Iglesia universal.

Consecuentemente, en el artículo último de ese documento se invitaba a todas las instituciones de la Iglesia del mundo entero a discernir sobre sus propios estatutos y presentar a la Santa Sede las necesarias reformas de acuerdo con la mencionada constitución: “proponiendo cuanto antes su adaptación a la aprobación del Romano Pontífice” (art. 250, § 1).

Es importante, por tanto, leer detenidamente, también en personal, los dos primeros capítulos de ese documento, donde el santo Padre expresaba sus intenciones e ilusiones de fondo con los que deseaba conformar esta reforma de la Curia y de toda la Iglesia.

En primer lugar, la evangelización, como lo indica el propio título: la evangelización del mundo, de las personas, de las naciones, de las culturas y civilizaciones y, especialmente, de las familias. Enseguida, hablará de trabajar en un clima de comunión con el Santo Padre, con los obispos, con la Iglesia y el mundo entero. Es decir, al servicio de todas las almas. Finalmente tratará acerca de la profesionalidad, competencia, preparación, entrega y disponibilidad (art. 15), pues se habla de “nombramientos por cinco años y prorrogables otros cinco” (art. 17), lo que implicaba recambio generacional.

Indudablemente, los centros de enseñanza de inspiración cristiana que hoy abren sus puertas son empresas educativas laicales y seculares en su mayoría a las que no le afectan de lleno las indicaciones de esta Constitución apostólica, pero si conviene que hoy arranquemos de ella pues queremos estar muy unidos al Papa y además, porque muchas de esas empresas educativas, están animada por el espíritu del evangelio y la llamada universal a la santidad en medio del mundo a través del trabajo profesional, es decir a iluminar el mundo desde dentro con el Evangelio y la figura de Jesucristo.

Así pues, aprovechando el comienzo del nuevo curso quisiera recordar ahora algunas ideas sobre la importancia de la formación de la familia cristiana que es el objeto de trabajo e investigación de esa institución. Evidentemente, educar en el siglo XXI a la juventud, como recordaba san Josemaría a los colegios de Fomento, que pusieron en marcha padres de familia, tenían muy claras las prioridades: lo primero son los padres, en segundo lugar, los profesores y, finalmente, los alumnos, a lo que ahora añadiríamos contundentemente, los antiguos alumnos.

A nadie se le escapa que, si no logramos que los padres sintonicen con la amistad y el trato asiduo con Jesucristo y, por tanto, con su doctrina salvadora no podremos formar a los alumnos en la misma longitud de onda, familia y colegio, y, evidentemente, el trabajo incansable de los directivos, profesores, tutores, personal administrativo e incluso de limpieza, quedará muy mermado y mediatizado por el ambiente cultural que respiran nuestras familias.

José Carlos Martín de la Hoz