El siglo XXI comenzó con el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York y, periódicamente, esas acciones se han venido reproduciendo en diversos lugares de Europa y, en general, del mundo occidental con todo su dramático realismo, lleno de muerte, de pánico y de brutalidad.
Por otra parte, es verdaderamente sorprendente que todavía existan autores que sigan identificando, en términos absolutos, violencia y religión, después de todo lo que se ha escrito y estudiado, desde entonces, acerca del terrorismo islámico y de todos los sólidos y extensos argumentos que se han aportado en este debate.
Se puede decir que ya es un lugar común, afirmar que son verdaderos musulmanes quienes llevan a cabo esas acciones terroristas, es más esos hechos son realmente patologías de esa religión y de un tipo de Islam denominado, sin ambages, puro fundamentalismo.
Así pues, cuando se identifica violencia con religión, se está manipulando la verdad, es más, se está injuriando el nombre de Dios, pues usar a Dios como motivación para derramar sangre y llevar a cabo actos terroristas contra intereses de Occidente, es sencillamente mentir usando el nombre de Dios en vano.
En el trabajo publicado por José Javier Esparza, al que haremos referencia completa al final de estas líneas, se dedican muchas páginas al Islam actual y al estudio de la estrategia de los violentos de determinados países y de los grupos terroristas que tienen sus motivaciones y objetivos al margen de la religión, como se ha podido ver con el movimiento de refugiados que han llegado a Europa, personas de todas partes menos de Alepo.
También es interesante estudiar, como hace Esparza, la propia historia del Islam y el modo de razonar descrito en el Corán, pues los terroristas lo interpretan como un libro proclive a la violencia, cuando no es así habitualmente ni en términos generales. El que algunas afirmaciones puedan literalmente ser tomadas como llamadas al uso de la violencia, no implica que sea violento.
También es verdad, como señala Esparza, que la poca tolerancia con el que trata el Islam a otras religiones y, finalmente, la fuerte unidad existente entre política y religión, en el mundo islámico, terminan por convertirlo en una disculpa para poder ser usado por los manipuladores del odio y de la violencia sectaria que han existido siempre.
De hecho, en el propio siglo XX y dentro del Islam y en países donde está establecida la Sharia, como por ejemplo, Arabia Saudí, se han ido sucediendo en el gobierno, jefes como el rey Faisal, quien desde 1964, fue un gobernante absoluto, como en otras épocas del medievo. Para él el enemigo no era Estados Unidos sino el sionismo (346). En 1975 fue asesinado por un sobrino suyo. También, la historia de Osama bin Laden es muy significativa de cómo se fabrica un líder para los árabes afganos y después para el terrorismo internacional (364-367), partiendo del miembro de una familia adinerada de Arabia Saudí (362).
Finamente, el mundo occidental deberá permanecer en estado de alerta, pues recordemos que los fundamentalistas están infiltrados y repartidos por todo el planeta, se contagian las mismas actitudes, muestran claramente la solidaridad con la causa de un islam humillado por Occidente y están preparados para actuar.
José Carlos Martín de la Hoz
José Javier Esparza, La historia de la Yihad. Catorce siglos de sangre en el nombre de Alá, ed. Esfera de los libros, Barcelona 2017, 471 pp